¿Quién era en realidad María Alicia Crespí González, la última benefactora del Museo Provincial y de otras entidades pontevedresas, que está en boca de media ciudad tras conocerse en detalle su legado testamentario?

La tía Marili, como era llamada cariñosamente en el ámbito familiar, pertenecía a una excelsa saga de personalidades muy relevantes en el ámbito cultural, educativo y científico, incluida ella misma. Cada vez que tuvo oportunidad presumió de su condición de pontevedresa; nunca olvidó su origen. Y al final de su vida rindió tributo a sus antepasados y a sus recuerdos con un generoso reparto de sus bienes nada despreciables.

Marili Crespí nació en Pontevedra el 24 de octubre de 1922 y sus referentes familiares más antiguos fueron su abuelo paterno Antonio Crespí Más, el iniciador en Galicia de la saga de los Crespí, y su abuela materna Avelina Pérez Vázquez.

Crespí Más, botánico y farmacéutico de Sóller (Mallorca), arraigó en Pontevedra como catedrático de su especialidad y realizó una labor muy destacada como secretario del Instituto, junto a Ernesto Caballero como director. Más liberal éste y más rígido aquel, ambos se complementaron muy bien y marcaron una época nada fácil al frente del centro.

Bajo el tutelaje del profesor Crespí Más el Instituto abandonó su ubicación en el convento de los jesuitas (edificio Sarmiento) a principios del siglo XX y ocupó el edificio construido junto a la Diputación como Escuela de Artes y Oficios hasta que dispuso de su propia sede. Tras la jubilación el nuevo secretario dejó constancia escrita de su buen trabajo. Gracias a las detalladas memorias que el abuelo de Marili redactó curso tras curso pudo conocerse la historia del Instituto de Pontevedra en aquellos años.

De su abuela Avelina Pérez Vázquez le vino a Marili el gusto por la música y la relación con Cotobade y el pazo de Loureiro, donde varias generaciones de la familia Crespí pasaron unos deliciosos veraneos. La abuela Avelina fue profesora de letras y ejerció muchos años como directora de la Escuela de Maestras de Pontevedra hasta su jubilación. También alcanzó en su tiempo el número uno en España del escalafón femenino de Magisterio. Por su casa pasaron músicos y artistas en inolvidables veladas, y su hijo Humberto fue un notable violinista.

Marili Crespí estudió de pequeña en el colegio de las Doroteas, probablemente cuando estaba ubicado en la calle Isabel II, donde contaban también con una residencia para alumnas de Magisterio. Después empezó la licenciatura de químicas en Santiago y la terminó en Madrid, donde también realizó el doctorado. Allí fijó su residencia habitual, pero volvió a Pontevedra cada vez que tuvo la menor oportunidad, para visitar a sus familiares y avivar sus recuerdos.

Catedrática de electrotecnia, luminotecnia y técnicas de acondicionamiento y acústica en el ETS de Arquitectura de Madrid, investigadora de la Junta de Energía Nuclear (CIEMAT) y catedrática de materias primas de la Escuela de Comercio de Ciudad Real. Tanto sus títulos como sus trabajos colmaron su reconocida y apreciada labor profesional hasta su jubilación.

Ese gusto tan suyo por la ciencia no estuvo reñido con el interés por la cultura en su concepción más amplia: lo mismo disfrutaba con la música que con la arqueología. Un familiar que la conoció bien definió a Marili como "una todoterreno cultural". Tocaba todos o casi todos los palos de las bellas artes y también le encantaba viajar.

Por azares de la vida tardó mucho en casarse, por eso no tuvo hijos. Finalmente compartió los últimos años de su vida con Ángel González Herrero, ingeniero aeronáutico y catedrático de la misma especialidad en Madrid.

Ambos eran vecinos del mismo inmueble en la madrileña calle Arroyo del Fresno. De modo que cuando se casaron, Marili se trasladó al piso de arriba que ocupaba su marido y convirtió su piso de abajo en un pequeño santuario personal. Ahora saldrán de allí los muebles, cuadros y otros objetos artísticos que atesoró en vida con mucho mimo y que donó al Museo de Pontevedra.

Dotada de una gran inteligencia y de una fuerte personalidad, Marili se mostró siempre feliz y orgullosa de ser una Crespí, e hizo patria y bandera de su condición de pontevedresa hasta su muerte el 31 de mayo de 2012. El legado testamentario, que tanta curiosidad ha despertado, constituye una muestra inequívoca de su trayectoria vital, con Pontevedra tan presente.

Una saga repleta de personalidades muy relevantes

Los Crespí han conformado una de las sagas españolas con más títulos universitarios entre sus miembros. Tal mérito corresponde en buena medida a los abuelos paternos de Marili, es decir Antonio Crespí Mas y Francisca Jaume Nadal, ambos mallorquines, que tuvieron catorce hijos, ocho de ellos nacidos en Pontevedra.

Seguramente el más famoso de todos ellos fue su tío Luís sin menospreciar por ello a los demás miembros que también destacaron en sus respectivas actividades: Andrés, catedrático de Bellas Artes; Gonzalo, médico oculista; Miguel, catedrático de Química; Carlos, ingeniero topógrafo€.

Botánico como su padre, Luís Crespí Jaume estudió Ciencias Naturales en la Universidad de Santiago. Después completó su formación en Madrid y amplió estudios de fisiología vegetal y patología agrícola en Toulouse. Su actividad docente transcurrió mayoritariamente en el Instituto Escuela como catedrático de Agricultura, al tiempo que desarrolló una intensa labor investigadora bajo los auspicios de la Junta de Ampliación de Estudios y alcanzó un notable prestigio.

Solo la Guerra Civil truncó la brillante carrera de Luís Crespí y le obligó a refugiarse en un laboratorio farmacéutico, hasta que en 1954 logró su rehabilitación para la enseñanza por mediación de Joaquín Ruiz Giménez.

El padre de Marili también nació en Pontevedra, era ingeniero topógrafo y aparejador, y trabajó como ayudante en el Instituto Geográfico y Catastral, al tiempo que impartió clases en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Madrid, donde se estableció con su familia.

Igualmente sus hermanos Antonio y Luís Crespí González obtuvieron las titulaciones superiores de ingeniero de caminos y arquitecto, respectivamente.

Curiosamente Pilar Crespí, una prima nonagenaria de Marili que vive hoy en esta ciudad, se casó con Ramón, el hijo mayor de Daniel de la Sota, aquel gran presidente de la Diputación de Pontevedra. Dicho matrimonio favoreció una estrecha relación de ambas familias y propició la unión de los apellidos De la Sota y Crespí que actualmente comparten varios nietos de don Daniel.

El meollo

La pancarta municipal del derecho al aborto

n ¿Hay alguien aquí que esté a favor del derecho al aborto y en contra de colgar una pancarta alusiva en la llamada Casa Consistorial? Por favor, que pongan mi nombre entre los abajo firmantes para defender una cosa y protestar por la otra. No parece muy difícil entender la sutil distinción entre lo personal, lo político y lo institucional. Pero ni la concejala Carmen Fouces en particular, ni el equipo de gobierno de Lores en general lo tienen muy claro. Si tan convencidos están de la bondad de esa acción, no acaba de comprenderse por qué cada uno de ellos no luce otra pancarta semejante en el balcón o en la ventana de sus casas. El meollo de la cuestión está en valorar si la fachada del edificio público por antonomasia de esta ciudad tiene que convertirse en una especie de tablón de anuncios de las reivindicaciones del gobierno municipal.

La prepotente actitud de Fenosa con el Pontevedra

n Si Gas Natural Fenosa es capaz de comportarse de forma tan vergonzosa como acaba de hacerlo con una institución como el Pontevedra CF, que tiene el apoyo explícito de la Diputación y el Ayuntamiento, ¿qué atropello no será capaz de cometer con cualquier modesto usuario de esta ciudad? Este lamentable asunto se sumó estos días a otro no menos escandaloso de un policía municipal a quien no quería cobrarle unos recibos, pese a que él quería pagarlos cuanto antes, y tuvo que amagar con un encierro en sus oficinas. Gas Natural Fenosa no se priva de tratar a patadas a sus clientes, como si fuéramos apocados súbditos del reino de la luz. El meollo de la cuestión está en vislumbrar si la gran empresa gallega que dejó de serlo perderá algún día su prepotencia característica y acabará probando su propia medicina.

La peligrosa falsedad de los remolques de ferias

n No deja de resultar una gran paradoja que Pontevedra, la ciudad en donde se realiza el control más exhaustivo sobre las condiciones de seguridad de las atracciones, tiovivos y barracas, se hubiera convertido en el centro de falsificación de tarjetas ITV de remolques de ferias más importante de España. El juicio que acaba de verse en la Audiencia Provincial llama la atención por su notable dimensión: nada menos que 300 vehículos detectados por la Guardia Civil en situación irregular circulando por todas partes gracias a los permisos falseados por José Luís y Carlos López Leiro, de Xeve y Tenorio, respectivamente. El meollo de la cuestión está en saber si llegará a conocerse el número real de remolques irregularmente homologados y en cuantos accidentes se han visto envueltos durante estos años por sus pésimas condiciones.