Oroza se fue al balneario

Por allí iba, en su paseo diario por Vigo. Reflexivo, con su andar pausado y su mirada absortada en sus propios pensamientos. Lo vi luego sentado en el Don Gregorio con Julio Alonso, Elena Lorenzo y Marta Filgueira, y me llamó la atención su sonrisa de satisfacción, la misma que ilumina su cara cuando recita "Eva, Eva, Évame", en este caso en medio de un día gris, plomizo, lluvioso. Pero el sentir de Carlos Oroza quizás no estaba en el Casco Vello, ni en Príncipe, ni en Policarpo Sanz, sino un poco más lejos... En la villa termal de mi incombustible alcalde José Antonio Lorenzo y de esa amiga activista que es Amalia Gallego, que allí se preocupa de la imagen del complejo termal. Quizás su memoria estaba en la noche vivida este viernes en el Balneario de Mondariz, en el que varias generaciones rindieron homenaje a este poeta y eterno juvenescente y disfrutaron con su voz, con sus poemas, con sus sentimientos. Allí estuvieron gente como Manolo Bragado, Bieito Ledo, Antón Pulido, Modesto Hermida, Francisco Castro, Xabier Romero, Alonso Fontán, María Xosé Porteiro, Marta Iglesias, Carmen Adán, Iolanda Veloso... entre decenas. Yo estaba a esas horas oyendo a Lucía Etxebarría hablar en nuestro Club FARO de relaciones tóxicas. También hay que saber de eso.

Ángel Mareque vuelve

Me tomo un café con Xosé Luis Mateo, asesor eficaz cuando andes perdido por los mundos de la Casa del Libro en Vigo. Mateo anda más absortado que si estuviera con una buena moza en un proyecto, como comisario de la Escuela de Artes y Oficios: una exposición sobre la figura del orfebre vigués Ángel Mareque (1904-1974). Y los alumnos que pasaron por sus aulas desde 1946, fecha en la que consiguió la plaza como docente. Eso sí, aunque tiene piezas de orfebrería, joyería, escultura y dibujo localizadas, Mateo está seguro de que hay muchas otras en manos de particulares y se trata de sacarlas a la luz. Si tenéis obra suya, la escuela os invita a colaborar en la muestra llamando al 986 228 088. Mareque era un maestro en la talla de azabache y marfil, pero también era un reputado orfebre, dibujante y escultor. Tal como es Mateo de minucioso (casi obsesivo) apuesto que será una expo de antología.

¡Hombre Josiño, qué tal!

Y fui al restaurante El Olivo en el Paseo de Alfonso a no más que tomar una tapa y husmear de qué va la nueva etapa de sus fogones. De pronto, vi en la carta un plato que me hizo mirar hacia la cocina, recordando aquel que tomé en O Eido do Crego, en Ponteareas, hace años, en una noche no sé si de enamorados o de todos los santos: zamburiñas gratinadas con salsa holandesa y 4 quesos. Claro, en la cocina vi a su autor, el mismo José Manuel González Roque que allí me los sirvió y que ahora da nueva vida a la carta de El Olivo. Sí, el hijo de José y Filomena, cocineros en Lisboa hace mucho y ahora jubilados en A Franqueira. De casta le viene al galgo. Ya me quedé y tomé el menú del día por 10.50 euros (excelente el conejo) y vi en la carta arroces, solomillos, rodaballos... Los de El Olivo han puesto unos barriles en su interior para combinar el ambiente de tapería con el de restaurante, línea mesón. Bien hecho, Begoña de Miguel.