Me levanté estupendo

¡Oh, dioses del Averno! Me levanté de mañanita temprana y me encontré la cocina como si hubiera pasado por ella una razzia devastadora. La había dejado impoluta por la noche pero en la encimera aparecía un foie de pato Galisorei apurado hasta su último aliento, un salchichón Cerdo Celta atacado sin piedad, un queso curado Señorío Anzuxao al que le quedaba solo un suspiro y una copa con restos de tinto junto a una botella del gallego Regina Expresión. En otras ocasiones ocurridas tendía a pensar que podía haber sido la mujer que me acompañaba y no yo (una virtud del matrimonio que no podrán negar sus detractores) pero esa noche no había tal mujer. ¿Será la ansiedad la que me conduce periódicamente en estado semiletárgico a la nevera? ¿Quizás el anuncio de la conferencia ayer mismo de la nutricionista Agata Riquette predicando una dieta? Bueno, al menos foie, salchichón, queso y vino eran gallegos (debo ser un nacionalista subconsciente) y yo me levanté estupendo.

El desayuno Vaniri

Apenas desayuné, claro, tras hacer mis rezos y antes de ir al gimnasio a mortificarme por mis pecados y contener la expansión de mis carnes. Pero a las 11 sonó el timbre de mi casa y oí decir desde el portal: "¡Cartera y cafetera!". ¡Decidme. cariños!, contesté yo, meloso, pensando que de dos una al menos subiría a solazarme. Pero no. La cartera solo dejó cartas y había coincidido con la cafetera, una amiga liberada del novio que me proponía tomar un café o desayunar (antes me proponían otras cosas). Me fui con X (no digo el nombre), que me llevó en la Puerta del Sol a la cafetería Dona Vaniri. Un día os hablaré de la familia de su gerente, Fabrizio Núñez, criado en Francia porque allí se fueron sus abuelos exiliados tras la guerra civil. El caso es que tuve allí con X una nueva experiencia cultural porque yo desayuno poco y en casa (nada extraño con los ataques nocturnos a la nevera) y allí, a eso de las 11, me sorprendió el local atiborrado en sus dos plantas y todo un mundo del desayuno con una carta diversa. Yo me tomé dos rebanadas de pan tumaca con aceite, un zumo y un café con leche mientras veía pasar a la gente por la Puerta del Sol.

El homenaje a Oroza

Y a quien me encontré relajada (cosa increíble) tras tomarse unos días de asueto fue a Amalia Gallego, que lleva la comunicación de Balneario de Mondariz. Ahora está embebida, como lo está Javier Romero (editorial Elvira) en el homenaje que se le prepara a Oroza el viernes, 24, en esa sede mondaricense en la que quieren recuperar aquel espíritu de mecenazgo de sus fundadores, los hermanos Peinador, en el apoyo a la cultura gallega en aquellos años en que el veraneo termal era moda. Los ecos del mismos han llegado más allá de Galicia y me cuenta Amalita que le llamó, por ejemplo, Carlos Gonzalo, presi (o ex) de los anticuarios de Madrid y que vivió con Oroza en sus años madrileños. Va a enviar documentos inéditos, como una película O Manuel Toral, desde Bilbao, que viajará desde allí para conocer al que fue muy amigo de su padre y también vendrá con material inédito de su vida. Si queréis apuntaros a la cena, el teléfono es 678721363.