Pontevedra dio la bienvenida a 1900 con una temporada de zarzuela muy concurrida a cargo de la compañía de José Ramos, y despidió el año con una campaña contra el juego ilegal que promovió el gobernador civil, Juan Menéndez Pidal (hermano de don Ramón), y que tuvo una favorable acogida entre las buenas gentes pensantes.

1900 fue tomado por los historiadores como año de partida para enmarcar el apogeo de esta ciudad en las décadas siguientes; de modo que tuvo su aquel. Cuatro grandes obras destacaron en el fin de siglo pontevedrés: dos proyectos se materializaron en pocos meses dentro del mismo año, la plaza de toros y el circo-teatro, en tanto que los otros dos necesitaron de un recorrido más largo, entrado el siglo XX.

La plaza de toros que se construyó en san Roque sustituyendo a otra de madera fue como un anhelo hecho realidad en solo 166 días. Ese fue el tiempo empleado por el contratista de la época, Domingo Malvar, en levantar el coso en mampostería y ladrillo, con Evaristo Cuiñas como jefe de obra.

Una vez terminada la plaza se sacó a subasta su arriendo y los días 12 y 13 de agosto se celebraron los dos primeros festejos. Emilio y Ricardo Torres, respectivamente Bombita y Bombita Chico, repitieron cartel. El pequeño estuvo mejor que el mayor, tal y como ocurre casi siempre en tales ocasiones.

El circo-teatro tuvo una génesis muy distinta al coso taurino, dado que suscitó una fuerte oposición popular por ocupar la mejor zona ajardinada de Las Palmeras. Además Moisés González, Ramón Dios y Albino Patiño, sus tres promotores, se beneficiaron de un canon anual muy bajo de solo 25 pesetas. En aquel pleno municipal que aprobó tal concesión saltaron chispas y dio mucho que hablar.

El estreno del gran barracón que al fin y al cabo era el circo-teatro tuvo lugar el 25 de julio por la compañía cirquense de Luigi Cardinale y la gente hizo el boicot al recinto hasta que se cansó y perdonó la afrenta. Con el tiempo sus espectáculos se contaron por éxitos.

Los otros dos proyectos que se prolongaron en el tiempo fueron el cuartel de Figueirido y el puente de A Barca. El primero se aprobó aquel mismo año para establecer un enclave defensivo de las Rías Bajas. Su ubicación resultó cuestionada desde Vigo, pero cuando la protesta tomó cuerpo ya tenía categoría de Real Orden y no hubo marcha atrás. En cuanto al puente de A Barca, la obra sufrió una paralización por el alza de los precios de los materiales que retrasó su terminación hasta 1905.

Obras aparte, el arte de la pesca con traíña resultó muy controvertido. Tras una dura campaña, en julio se rubricó al fin su prohibición y el diputado Eduardo Vincenti, que fue su voz en el Congreso, tuvo un recibimiento apoteósico. A final de año, sin embargo, la traíña volvió a ser autorizada y esa decisión causó una enorme frustración.

El elegante toque rosa de aquel año corrió a cargo de la familia real en pleno, que llegó al puerto de Marín a bordo del Giralda el 29 de agosto y al día siguiente giró una visita a Pontevedra. La reina madre, el rey Alfonso XIII, que tenía catorce años, y las infantas, estuvieron en el Ayuntamiento y la Diputación, y asistieron a un solemne Te Deum en la iglesia de Santa María. La ciudad entera se volcó con la familia real, entre bombas, flores y vivas.

Finalmente el capítulo de sucesos alteró la vida de la ciudad en cuatro ocasiones durante 1900 por la sirena de la fábrica del alumbrado, que avisaba de cada fuego declarado. Entonces los bomberos casi se limitaban a ver como los edificios siniestrados quedaban arrasados. Pocos más podían hacer con sus medios rudimentarios.

Los pontevedreses terminaron el año sobrecogidos por dos siniestros en veinticuatro horas los días 2 y 3 de diciembre. El primer incendio arrasó la sastrería La Villa de Madrid en la calle del Comercio y el segundo destruyó la parte izquierda del palacete que Manuel Becerra Armesto tenía en Salcedo, donde estaban la cocina y su espléndido comedor. Entre la bomba municipal y la cadena humana que formaron vecinos de Marcón, Tomeza y Salcedo, lograron salvar el resto de la mansión en ausencia de su propietario, que estaba en Madrid.

A partir de entonces la mejora del cuerpo de bomberos se convirtió en una prioridad para afrontar mejor los grandes retos del siglo XX, pero lo cierto es que fue una asignatura pendiente durante mucho tiempo.

Sede cameral

La Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Pontevedra celebró a lo grande el 14 de octubre de aquel año la inauguración de una nueva sede en la calle de Santa María (que es lo que era entonces, sin rango de avenida).

Saturnino Varela, Prudencio Canitrot, Celestino Reguera, Benito Paratcha, Antonio Micó, Ramón Lores, y Teodoro Gallego, entre otros muchos miembros destacados de la vida mercantil local, levantaron sus copas de champán para acompañar el brindis realizado por su presidente, señor Limeses, tras dar cuenta de un suculento banquete.

La junta directiva de la Cámara de Comercio lideró entonces una petición de mejora de las instalaciones de la estación del ferrocarril de esta ciudad, que centró muy especialmente en una marquesina sobre su andén y un muelle y un almacén de carga para mercancías.

Club de regatas

La creación del Club de Regatas de los Placeres, con medio centenar de socios fundadores, constituyó a principios de agosto el gran acontecimiento deportivo de aquel año.

Allí estaba lo más granado de aquel tiempo: De Raimundo y Vicente Riestra a Eugenio y Avelino Montero; de Prudencio Landín a Torcuato Ulloa; de Andrés Muruais a Prudencio Landín; de Luís Sobrino a Felix Massó, etc. Su primer presidente fue Eduardo Vincenti.

El distintivo de la sociedad fue una banderita con las iniciales del club que se encargó a un joyero de Madrid. La insignia figuraba también en una gorra blanca a portar por los socios en todas sus fiestas.

A lo largo del mes de agosto se organizaron varias regatas frente a la playa de Placeres y hubo una especial en honor a los Reyes, que acabó celebrándose en Vilagarcía con gran éxito.

Dos casas nobles

Los edificios del Banco de España, en la calle Michelena, y del café Moderno, en la plaza de San José, fueron las edificaciones más destacadas que se iniciaron aquel año.

Curiosamente las reseñas periodísticas indicaban que Bernardo Martínez Bautista obtuvo del Ayuntamiento en el mes de mayo no solo un permiso, sino dos, para construir sendas casas, cuyos planos llamaban la atención por su "magnitud y elegancia". El edificio del Moderno, donde él mismo vivió hasta su muerte, se levantó en dos años y sigue ahí. Pero ninguna documentación atribuyó luego a Martínez Bautista otra casa en la plaza de San José.

En cuanto a la sede del Banco de España que promovió el otro Riestra, se describía el edificio de "sótano, tres plantas y otras tantas fachadas" sobre un solar de más de 500 metros cuadrados.

EL MEOLLO

Un plan estratégico para el campus pontevedrés

El Consello Social de la Universidad de Vigo despidió el año 2013 con una reunión en la facultad de Fisioterapia y ratificó su intención de contar con un plan estratégico para el Campus de Pontevedra en un plazo máximo de seis meses. Cualquier plan estratégico en sí mismo no aporta gran cosa y puede convertirse en una entelequia con gran facilidad. Por estos pagos sobran los ejemplos donde tales documentos se han quedado en papel mojado. No obstante, el rector Salustiano Mato hace bien en apostar por un documento así para reforzar la proyección de este campus. Entre tenerlo y no tenerlo, mejor la primera opción que la segunda. El meollo de la cuestión está en adivinar cuales van a ser las principales aportaciones de ese plan estratégico y que carácter novedoso tendrán para impulsar un mejor desarrollo del campus pontevedrés.

La falta de autocontrol de la APA del San José

El meollo de la cuestión está en vislumbrar si el conflicto abierto por las madres del colegio San José quedará sofocado o resurgirá con más fuerza a partir de la próxima semana ante la extravagante negativa del Ayuntamiento en plenas vacaciones estivales a sus conocidas peticiones. Al margen del rechazo frontal a un trato diferenciado o discriminatorio, la misiva firmada por César Mosquera y Carmen da Silva contiene una perla divina sobre la filosofía de su modelo de ciudad, cuando responsabiliza a las madres de alumnos de los abusos observados en el aparcamiento provisional en Arzobispo Malvar, al tiempo que libera por completo de tal función a la Policía Local. Ambos munícipes afean a las mamás protestonas su falta de implicación en el ejercicio de autocontrol al que estamos obligados todos los pontevedreses.

El restaurante Soto se despide por jubilación

El Restaurante Soto de la calle Virgen del Camino ha protagonizado el último cierre de un modesto pero honrado local de esta ciudad que se desangra por los cuatro costados. En este caso, la decisión tomada por Luciano González y Milagros Domínguez no tiene que ver con una falta de clientes, que le han sido fieles en estos cuarenta años. Simplemente ha llegado el momento de la jubilación y tomarse un descanso merecido tras un trabajo durísimo desde el año 1974. A un precio de ocho euros, el Restaurante Soto ofrecía un menú competitivo, apetitoso y digno, con cinco opciones de elección en sus dos platos. El meollo de la cuestión está en saber si el local que acogió durante todos estos años al Restaurante Soto volverá a abrir pronto sus puertas con otra oferta gastronómica o engrosará el negro censo de locales inactivos.