Como un Papa rebelde y claramente incómodo para los tradicionalistas se está revelando desde su elección el argentino Francisco gracias al impacto revulsivo que están teniendo sus palabras entre los fieles de todo el mundo.

Un Papa incómodo sobre para la siempre tan conservadora jerarquía de la Iglesia española y sus aparatos de propaganda si hemos de juzgar por el limitado espacio que le dedican con el que reservaban para cualquier mensaje de sus dos predecesores: el alemán, pero sobre todo el polaco, el fustigador de la llamada Teología de la Liberación latinoamericana.

Este Papa nada teólogo, pero cercano al pueblo como tal vez sólo estuvo Juan XXIII, el papa del concilio Vaticano II y la renovación de la Iglesia, ha escrito en la primera encíclica de su pluma, titulada justamente "Evangelii Gaudium" (Alegría del Evangelio), frases de condena del actual capitalismo --un sistema basado ya no en la creación de bienes y riqueza para todos sino en la especulación financiera para lucro de unos pocos-- como no se habían escuchado nunca salir de labios de un pontífice y sólo rara vez de algún obispo de la Iglesia latinoamericana.

Esa encíclica dice cosas como éstas: "¿Cómo es posible que no sea noticia cuando un anciano sin techo muere de frío en la calle, mientras que sí lo es una caída de dos puntos en la Bolsa?". "El ser humano es considerado como un bien de consumo, que puede usarse y tirar".

O estas otras: "Así como el mandamiento de no matar pone un límite claro para asegurar el valor de la vida, debemos decir hoy no a una economía de la exclusión. Esta economía mata". O vivimos en una "tiranía invisible" con frecuencia virtual de un "mundo divinizado" en el que reinan la "especulación financiera", la "corrupción ramificada" y "la evasión fiscal egoísta".

Y sobre temas de ética o de moral sexual: "Recuerdo a los sacerdotes que el confesionario no debe ser una cámara de tortura sino un lugar de la misericordia del Señor" o "Cuando un párroco a lo largo de un año litúrgico habla diez veces sobre la abstinencia y sólo en tres ocasiones del amor, hay una desproporción".

Y, nada más lejos de la infalibilidad atribuida al Papa cuando habla ex cathedra por el primer Concilio Vaticano (1870) que la siguiente confesión: "No creo que pueda esperarse del magisterio papel una palabra definitiva o completa sobre asuntos que afectan a la Iglesia y al mundo".

No es de extrañar que todas estas y muchas otras afirmaciones contenidas en esa encíclica o en las entrevistas que ha concedido o palabras que ha pronunciado en público en distintas ocasiones hayan descolocado a muchos jerarcas de la Iglesia, para quienes los dogmas han sido siempre un eficaz instrumento de control de las conciencias.

Ni tampoco que hayan comenzado a suscitar fuertes críticas en el sector más reaccionario de los republicanos estadounidenses, el llamado "Tea party", donde sus condenas de la "absoluta idolatría del dinero" y su defensa de una "Iglesia pobre y de los pobres" suenan a "marxismo". Algunos de sus voceros le han acusado de no saber de lo que habla cuando se refiere al capitalismo o al socialismo. Claro que a cambio la revista "Time" le ha dedicado una portada como "personaje del año".

De creer a algunos medios alemanes el Papa tiene también poderosos enemigos de las reformas que se propone en su propia casa, entre los que el semanario Die Zeit destaca, por ejemplo, al arzobispo alemán Gerhard Ludwig Müller, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien frente, por ejemplo, a la comprensión que parece mostrar el argentino hacia los divorciados que vuelven a contraer matrimonio, se reafirma en que no pueden recibir la comunión en un artículo publicado en "L´Osservatore Romano", el periódico oficial del Vaticano.

Müller no ha sido por supuesto incluido en el grupo de ocho jerarcas, todos ellos cardenales, entre los que está también el alemán Reinhard Marx, de Múnich, con los que el Papa estudia a puerta cerrada como acometer una profunda reforma de la curia tras los escándalos de todo tipo, desde sexuales hasta financieros, que han contribuido fuertemente al descrédito de esa institución y al alejamiento de numerosos creyentes de todo el mundo.

No parece que guste tampoco a la curia, ni a los fieles más conservadores, la iniciativa del Papa de preguntarles a los creyentes a través de las diócesis por su opinión acerca de temas como el matrimonio, la familia o la moral sexual porque en su opinión son cosas sobre las que sólo puede y debe pronunciarse la Iglesia y en ningún caso deben ser objeto de nada que suene a plebiscito.

El famoso teólogo Hans Küng se preguntaba recientemente en una larga entrevista con Der Spiegel si ocurrirá en el Vaticano algo parecido a lo sucedido con la Primavera Árabe, si habrá retrocesos y contrarreformas, pues "hay grupos poderosos tanto en el Vaticano como en la Iglesia mundial que quisieran dar marcha atrás, que temen por sus prebendas".

Küng, de 85 años y casi ciego, a quien Juan Pablo II, el mismo que amonestó al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, retiró en 1979 el permiso para la docencia, dice haber recibido dos cartas manuscritas y "muy amables" del papa Francisco en cuyo sobre figuraba simplemente "F., Domus Sanctae Marthae, Vaticano" (la actual residencia del Pontífice), y que éste firmaba con "un fraternal saludo". Es para él "un nuevo estilo" porque Juan Pablo II no se dignó a contestarle en 27 años.

Para Küng, Francisco es comparable sobre todo con Juan XXIII aunque no tiene un punto débil que ése sí tenía ya que acometió sus reformas como de paso, "sin un programa concreto", lo que le llevó a cometer "graves faltas administrativas".

El primer Papa del Nuevo Mundo ha iniciado un "cambio de paradigma": en él se aprecia mucho mejor, afirma el teólogo suizo, "el carácter de servicio" de la silla de Pedro. Francisco quiere que "se salga de las iglesias para aproximarse a los hombres".

Küng dice no entender que el Vaticano vaya a santificar a Juan Pablo II, "el Papa más contradictorio del siglo XX", un "adorador de María que negó a las mujeres que ocuparan cargo alguno en la Iglesia, que predicó contra la pobreza de las masas y al mismo tiempo se opuso a los métodos anticonceptivos", que "decía una cosa y hacía siempre otra" y que, por ejemplo, consideró "un amigo personal y defendió de toda crítica al padre Marcial Marcel, uno de los peores pederastas y fundador de los legionarios de Cristo".

Küng no puede imaginarse, por otro lado, que vaya a "posponerse" mucho más el tema candente del celibato de los sacerdotes ya que cada día que pasa "hay menos curas al servicio de la comunidad"(?) "La cuestión ha madurado y el pueblo de la Iglesia está preparado para esa reforma".