"No vale solo con ser bella, además debe reconocerse y mimarse después de ganar el concurso". En la Unesco emplean este símil para advertir a los promotores de espacios Patrimonio de la Humanidad de lo que implica esta distinción mundial. Y el esfuerzo, el compromiso con la preservación del territorio natural o espacio cultural que conlleva ese reconocimiento es equiparable al que debe asumir desde ahora el Concello de Vigo para conseguir que la candidatura de las Cíes entre en la exclusiva Lista Indicativa, la selección de espacios elaborada por el Ministerio de Cultura y de la que cada año puede postular un máximo de dos nominaciones a la Unesco.

La carrera para que este idílico paraíso pueda ser declarado Patrimonio Mundial no ha hecho nada más que empezar, pero ya ha suscitado un gran respaldo. La Xunta, instituciones punteras como el Centro Superior de Investigaciones Científicas o el Instituto Español de Oceanografía, la Universidad de Vigo, empresarios, partidos políticos y organizaciones ecologistas celebran la candidatura y no dudan de que el buque insignia del Parque Nacional Illas Atlánticas merece el título. Será un proceso largo y complejo, para nada fácil, pero sin duda "vale la pena intentarlo", como proclamó el coordinador del CSIC en Galicia, Eduardo Pardo de Guevara.

Para que tenga éxito, en la práctica no solo influirán los valores especiales que atesora este archipiélago al que los romanos bautizaron como las "Islas de los Dioses". En sus 3.091 hectáreas de extensión (433 terrestres y el resto marinas) habita un vasto abanico de especies, algunas amenazadas en las costas europeas, como el cormorán moñudo o la pardela cenicienta. Y las aguas que circundan las tres islas que lo conforman -Monteagudo, Faro y San Martiño-, representan, según la comunidad científica, "el mejor ejemplo de la biodiversidad de las rías gallegas". De esta riqueza viven cientos de familias gracias a la explotación tradicional de los recursos pesqueros. Marineros de bajura de los principales cabildos de la ría faenan diariamente en el perímetro del archipiélago, en cuya costa también los planes de explotación regulados por la Xunta permiten extraer de forma controlada y prácticamente durante todo el año productos de exquisita calidad como el percebe o la navaja.

El sector turístico se nutre igualmente de la atracción que despierta esta joya paisajística. Más de 100.000 personas la visitaron el pasado año, pese a todas las restricciones de acceso que implica ser un Parque Nacional. Un récord de afluencia histórico que evidencia su magnetismo. Los cruceros más exclusivos del mundo recalan frente a su costa para que sus adinerados viajeros aprecien la espectacular lengua de arena que alumbra el Lago dos Nenos o se bañen en Rodas, considerada como la mejor playa del mundo por el rotativo británico The Guardian.

Pero con ser muchas sus virtudes y fortalezas para nada tiene asegurado el éxito, ni mucho menos. Aunque decenas de investigaciones científicas acrediten el enorme valor de sus atributos medioambientales, otros países pelean por conseguir lo mismo. Los expertos subrayan que tan importante o más que el apoyo social y mediático resulta la denominada "influencia colateral", esto es, la presión política ejercida de forma indirecta y aplastante a través de poderosos lobbies, y ahí puede estar la pata más débil de la apuesta.

Todavía queda mucho camino por recorrer hasta que los exigentes miembros de las distintas comisiones de la Unesco se pongan a estudiar cada una de las candidaturas de la veintena de estados miembros que pueden proponer espacios para que entren en el selecto club del Patrimonio de la Humanidad. En la actualidad lo forman 759 espacios culturales, 193 naturales y 29 mixtos. A la espera de que en los próximos días Vigo presente oficialmente su propuesta, el primer objetivo a cumplir será colarse en la Lista Indicativa. En esta relación de espacios que optan a la declaración y que cada año actualiza el Ministerio de Cultura, hay ya 26 aspirantes. Cuatro de ellos son gallegos: el Ferrol de la Ilustración, los Ancares, la Ruta Norte Costera del Camino de Santiago y la Ribeira Sacra, que se sigue postulando desde el año 1996.

El número de aspirantes y la larga espera dan una idea de los plazos que se necesitan para batallar por un título del que ya gozan en nuestra tierra espacios y monumentos como la Ciudad Vieja de Santiago y el Camino de Santiago, declarados Patrimonio Mundial en 1985 y 1993, respectivamente; la Muralla de Lugo, en 2000, y la Torre de Hércules en 2009. España es, con 44 galardones, el tercer país del mundo con más espacios culturales Patrimonio de la Humanidad, a los que suman otros tres naturales que, al igual que Cíes, también pertenecen a un Parque Nacional, como son Doñana (Andalucía), Teide y Garajonai (Islas Canarias). La relación se completa con otros dos patrimonios mixtos: Ibiza, Biodiversidad y Cultura; y el Monte Perdido, en los Pirineos.

Que la Unesco pretenda potenciar las candidaturas de espacios naturales habida cuenta de su reducido número frente a los culturales es una ventaja para las Cíes. En todo caso, por más celeridad con que se lance la propuesta, la inclusión del archipiélago en la Lista Indicativa no sería posible antes de 2015 ya que la selección por parte del Ministerio de Cultura se decide sobre los meses de marzo o abril de cada año y difícilmente llegará a tiempo para el próximo. Superada esta fase aún habría que esperar al menos otro año más para saber si los expertos de Cultura, con el asesoramiento de los de la Unesco, deciden que Cíes pase a jugar en la gran final.

Lo importante es haber dado ya el paso al frente para disputar tan reputado título, al tiempo que toda Galicia cierre filas con su ícono natural más universal. Lograr la condición de Patrimonio de la Humanidad tendría como efectos más tangibles, además de abrir la puerta a cuantiosos fondos de conservación, una mayor y más universal demanda turística de calidad con provecho para la comunidad en su conjunto. Sin duda, los tres espacios gallegos Patrimonio de la Humanidad -Santiago, la Muralla de Lugo, la Torre de Hércules- junto con Cíes configurarían los vértices de una marca Galicia de calidad, a la que solo faltaría agregarle la Ribeira Sacra y As Burgas para conformar en las cuatro provincias un circuito gallego de Champions.

Nadie mejor que el universal Álvaro Cunqueiro glosó la belleza de las islas. Era septiembre de 1955 y contemplaba con unos amigos, entre ellos José María Castroviejo e Isidoro Muiños, un amanecer en Cíes. Aquella visión la inmortalizó en un bellísimo artículo: "Hemos estado viendo como Dios hace la mañana, después de haberle oído en la noche como rehace el mar. Y conforme va amaneciendo y descubres las vecinas tierras y reconoces la mano abierta de la ría, te sorprendes de no haber viajado en la noche, de no encontrarte lejos, libre y maduro en la mar mayor?"

La isla que fascina por sus aguas cristalinas y sus escarpados acantilados, que abriga el puerto de la primera ciudad de Galicia y evita que sus aguas acaben manchadas de mareas negras como las del "Prestige", merece ser reconocida mundialmente y no solo recordada por luctuosos naufragios, pecios saqueados por cazatesoros o vertidos de chapapote.