Hace unos años tuve la oportunidad de participar en la discusión de un estudio sobre el impacto económico de la televisión autonómica gallega. Destacaban dos resultados fundamentales.

El primero: en términos comparativos, la televisión gallega era de las más baratas per cápita del mapa autonómico, gracias a un presupuesto más contenido y una dimensión demográfica significativa. Somos lo suficientemente grandes como para explotar las economías de escala asociadas a un bien público como es la televisión. Pero, probablemente, demasiado pequeños como para que el sector privado estuviese dispuesto a prestar un servicio similar al que hoy presta la TVG sin subvenciones cuantiosas, dado el tamaño acotado del mercado publicitario gallego del que deberían vivir las empresas.

El segundo, la elevadísima proporción del presupuesto que se transformaba en gasto dentro de la propia comunidad. No ya lo que tiene que ver con los salarios de sus empleados, sino por el rol clave de la TVG como demandante de contenidos audiovisuales producidos en Galicia. La realidad es que la cadena autonómica ejerce de tractora de un sector audiovisual gallego que sigue siendo relevante, a pesar de la crisis económica que le azota.

Teniendo en cuenta lo anterior, la modesta evolución acumulada del presupuesto de la televisión gallega en las últimas dos legislaturas; una deuda muy menor y en absoluto problemática; y el rol clave de la TVG y la Radio galega como vehículos de normalización del idioma gallego, me parece un disparate querer importar el debate y problemáticas económicas de otros canales autonómicos.

A mi juicio, los retos que tiene ante sí la CRTVG son dos. El primero, el avance en la independencia. Urge un nuevo status y un nuevo marco legislativo que aleje los medios públicos gallegos del control diario del poder político y dé más poder e independencia al equipo directivo. Existen ejemplos de buenas prácticas en este sentido en otras partes del mundo. No hay que inventar nada. El segundo, el fortalecimiento de su capital humano. El sector de la comunicación está sujeto a olas innovadoras rápidas y profundas. La edad media de la plantilla avanza inexorablemente. Dinámica que da experiencia, pero resta capacidad de adaptación. Es básico que los sindicatos promuevan el impulso de medidas eficaces para activar ese dinamismo y capacidad de adaptación necesarios. Hay que evitar el aletargamiento y la rutina; abrirse a cambios en la forma de trabajar; estar a la última. Por su bien como trabajadores de un ente público que sea bien valorada y tenga futuro. Y por el de todos los gallegos como usuarios y financiadores.

*Catedrático de Economía Aplicada de la Universidade de Vigo @SantiagoLagoP