Solo a la luz de la fe -Lumen fidei- la Iglesia se convierte en Iglesia de mártires, de ahí que los testigos valientes de Jesucristo, tanto los de los primeros siglos del cristianismo como los del siglo XX en España, así como aquellos que día tras día, en cualquier lugar de este mundo, dan la vida por Jesucristo, deben ser para todos los hijos de la Iglesia un testimonio vivo y creíble de la fe.

A pesar del escándalo farisaico de algunos y de las interpretaciones ideológicas de otros, la Iglesia en España quiere ser fiel a la memoria de sus mejores hijos. Seríamos unos desagradecidos si tanta grandeza de ánimo quedase reducida al recuerdo de unos cuantos: la familia o la congregación religiosa de los mártires. Toda comunidad viva que se precie, reflexionando sobre su pasado, no para generar rencores ni desempolvar viejas rencillas y enfrentamientos fraticidas, se podrá proyectar hacia el futuro con esperanza a pesar de las tribulaciones del presente si es fiel a sus raíces históricas y, a su vez, confía en la providencia amorosa de Dios. Conocer y valorar la generosidad heroica de tantos hermanos nuestros, frágiles, pequeños y pobres como nosotros, pero que dejándose animar por el Espíritu se convirtieron en los mártires del siglo XX en España, nos ayuda a fortalecer nuestro compromiso cristiano y a ser valientes testigos de la fe y de la misericordia, pues la fe de los mártires en el Dios cercano, que en Jesús nos mostró su rostro de amor, es la garantía de una esperanza segura, para el mundo entero, garantía de un futuro de reconciliación, justicia y paz.

Hemos de agradecer a Dios el testimonio valiente de tantos de nuestros hermanos y hermanas. Fue el beato Juan Pablo II, en vísperas del Gran Jubileo del año 2000, el que abrió esa posibilidad para la Iglesia en España. Con la fuerza de sus palabras decía: "En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi "militi ignoti" de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia sus testimonios?Es preciso que las Iglesias locales hagan lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria". A partir de entonces, venciendas las reticencias de lo políticamente correcto, tanto las Diócesis como las congregaciones y los institutos de vida consagrada recogieron los testimonios y los datos de varios millares de personas.

Con toda esa documentación, en ocasiones acompañada del testimonio de algunos de los implicados en los actos martiriales, llegaron a su feliz conclusión y, en 1987 tuvo lugar en Roma la primera beatificación de tres monjas mártires -las Carmelitas de Guadalajara-; desde ese año podemos decir que entre 1987 y 2005 fueron beatificados 498 mártires, algunos de ellos ya canonizados, como los nueve santos mártires de Turón, (Asturias) todos Hermanos de La Salle; un religioso Pasionista, mártir en Tarragona y una religiosa de la Compañía de Santa Teresa de Jesús de Barcelona; como queda dicho, todos ellos fueron canonizados el 21 de noviembre de 1999, en Roma. En el año 2007, Benedicto XVI beatificó en Roma otros 498 mártires de la persecución religiosa en España. Entre el 2010 y el 2011 fueron beatificados en Mataró (Barcelona) y en Madrid, 24 mártires. El pasado domingo, 13 de octubre, en Tarragona -tierra de mártires de los primeros siglos del cristianismo-, se realizó otra magna beatificación de 522 mártires, nacidos en distintos lugares, entre ellos cinco de la diócesis de Ourense.

Nuestras tierras han sido fecundas por la fidelidad de tantos de sus hijos a lo largo de su historia. La Iglesia particular, que peregrina en la fe, de una antiquísima tradición cristiana, recuerda con numerosas fiestas a sus hijos e hijas, comenzando por Santa Marina, San Francisco Blanco, los mártires beatificados anteriormente por Benedicto XVI en el año 2007, y ahora por los cinco beatos-mártires nacidos y bautizados en diferentes parroquias de nuestra Diócesis: Fray Antonio González Penín, Mercedario. Nació el 1 de marzo de 1864 en San Salvador de Rabal (Celanova). Fue un religioso de vida muy sencilla que sirvió al Señor, en los hermanos de las comunidades en las que estuvo destinado, a través de una ocupación muy sencilla: fue hermano cocinero. Le martirizaron el día 10 de agosto, a las cinco de la mañana, en Barcelona. Hermana Carmen Rodríguez Barazal, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, nació el 26 de marzo de 1877 en la parroquia de San Cristóbal de Cea. Sus padres, a pesar de ser hija única acogieron con auténtico espíritu cristiano su vocación religiosa y la apoyaron, estivo destinada en Santiago de Compostela, Coruña, Zamora, de nuevo en Santiago y, de allí pasó al Colegio Asilo de Bétera en Valencia. Fue superiora de aquella comunidad y en septiembre de 1935, con 59 años de edad, fue martirizada junto con otras compañeras en Picadero de Paterna, Valencia. Fray Ramón Mª Pérez Sousa, Carmelita, nació el 1 de agosto de 1903 en San Miguel de Feás (Calvos de Randín), en una familia muy pobre. Hizo su profesión religiosa el 11 de diciembre de 1935 en Jerez de la Frontera (Cádiz). Fue destinado a Montoro (Córdoba). A primeras horas del día 22 de julio de 1936, después de haber sufrido burlas dolorosas por su condición religiosa, él y tres compañeros cayeron mártires de la fe. Contaba 32 años de edad. Padre Ricardo Atanes Castro, Congregación de la Misión (Padres Paúles), nació el 5 de agosto de 1875 en Cualedro. Ya desde su época de formación sus propios compañeros afirmaban que era un verdadero místico. Fue ordenado sacerdote el 27 de mayo de 1899 y, en octubre de ese mismo años le destinaron a México, más tarde a los Estados Unidos, regresó a España y estuvo en la residencia de Ourense, de ahí pasó a Gijón. Al poco tiempo de estar en aquella localidad escribió una carta a su familia en la que decía: "Hasta los niños, cuando salen de los colegios, se meten con nosotros; (?) Estamos al servicio del Señor. Que disponga de nosotros según Él tenga determinado". Al P. Atanes lo prendieron por ser sacerdote, después de haberle tratado violentamente, murió como mártir de Jesucristo el día 14 de agosto de 1936. Tenía 61 años. El Hermano Narciso Pascual Pascual, Congregación de la Misión (Padres Paúles), nació el 11 de agosto de 1917 en la parroquia de Santa María de Tioira (Maceda). A los 14 años entró en la escuela apostólica que los padres Paúles tenían en el cercano santuario de Os Milagros. Hechos los votos religiosos fue destinado a Cuenca y Guadalajara. Estando en esta ciudad, en la noche del 2 de mayo de 1936, intuyendo la proximidad de su muerte, escribió a sus padres una carta -hermosa reliquia que su hermano el P. Pedro Pascual del Santuario de Os Milagros puso en mis manos-, en ella les decía: "Supongo que no pasará nada. Pero si llega a pasar, Vds. no tengan pena, pues yo, si me matan, muero por Cristo. El Hno. Narciso, con solo 19 años, y a otros compañeros de su comunidad, fueron fusilados el día 6 de diciembre de 1936 y sus cuerpos fueron convertidos en cenizas.

He podido leer las breves semblanzas biográficas de algunos de estos mártires, de manera especial las de los hijos de esta Iglesia ourensana, realizadas por el profesor Hernández Figueiredo para ser publicadas en Comunidade. Al leer estos testimonios, uno siente que se le estremece el corazón ante tanto heroísmo. La fortaleza en la fe de estos hombres y mujeres, la mayor parte muy jóvenes, nos conmueve y sacude los resortes de nuestra vida cristiana tan tibia y aburguesada. Nos damos cuenta de que por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor, con el perdón de sus perseguidores.

En nuestra Diócesis queremos dar gracias a Dios por el evento que ha tenido lugar en Tarragona, por eso ruego a todos los hijos e hijas de esta Iglesia de Ourense que nos preparemos para celebrar bien esa Misa de acción de gracias mañana, a las 11, 30 horas, en la Iglesia Catedral de San Martiño; es un acontecimiento eclesial que nos afecta a todos, no solo a los miembros de sus familias religiosas, y debemos vivirlo como una expresión de fe. A los beatos mártires de la Iglesia en España en el siglo XX encomiendo todas las tareas y proyectos pastorales para el nuevo curso y os animo a todos para que, a una con vuestro Obispo, roguéis a Dios, por medio de este buen grupo de cristianos victoriosos, para que ayuden a nuestra Diócesis. Me gustaría poder erigir, en uno de los barrios de la ciudad de Ourense, una nueva parroquia dedicada a estos santos mártires, con el fin de hacer más cercano el rostro de la Iglesia y más efectivo ese proyecto de nueva evangelización. Os ruego que apoyéis este proyecto con vuestras oraciones y con vuestras limosnas. Sé muy bien que estos momentos son difíciles para enfrentarnos a esta realidad pero, bien es cierto que a pesar de las graves circunstancias en las que nos encontramos es necesario soñar para que los planes de Dios a favor del hombre se conviertan, como siempre, en cauce de auténtico progreso, de paz, de amor y de esperanza. Allí donde se levanta un templo para gloria de Dios, allí se van realizando los grandes y pequeños prodigios de amor. No olvidemos que cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos se debiliten con ella.

Que el testimonio vivo de los Santos y Beatos Mártires del siglo XX en España nos ayude a ser valientes como ellos, nos haga intrépidos en nuestras propuestas evangélicas que puedan iluminar la existencia de tantos hermanos que, sintiéndose lejos de la Iglesia, necesitan que la Madre Iglesia se acerca a ellos para hacer que la luz de la fe ilumine su existencia y los llene de esperanza.

(*) Obispo de Ourense.