Asisto estupefacta en estos últimos días a la cobertura informativa del asesinato de Asunta Basterra y el proceso abierto contra sus padres, un circo de cinco pistas de noticias constantes y filtraciones jugosas, con medios de comunicación que publican como hechos ciertos rumores sin fuente; se copian sin pudor unos a otros los titulares sin verificar y luego, si es necesario, rectifican.

Esta mañana me he desayunado leyendo todas las aclaraciones de la prensa digital a las falsedades que ellos mismos han publicado, bajo titulares como "los hechos probados", o "verdades y mentiras en el caso Asunta"…

El caso reúne todos los elementos apetecibles para la prensa amarilla: una familia poderosa y muy conocida de una ciudad pequeña, donde el "¿y tú de quién eres?" sigue siendo importante; una niña adoptada; una gran herencia; material de archivo de los implicados; y otros varios: la muerte repentina y próxima de otros miembros de la familia, unos relatos extraños publicados por la niña, las "malas compañías" de la madre… no le falta detalle para suscitar el morbo entre la audiencia.

Poniéndonos en antecedentes, en la madrugada del sábado al domingo 22 de septiembre la niña, de 12 años, apareció muerta en una pista forestal cerca de Santiago, con signos de haber sido asfixiada. Al día siguiente la guardia civil detiene a su madre, Rosario Porto, para interrogarla, por incurrir en numerosas contradicciones. En días sucesivos se imputa al padre, Alfonso Basterra y el viernes 27 ingresan ambos en prisión formalmente acusados de homicidio.

Estos son, por ahora, los hechos comprobados. Pero hay muchos más que han sido objeto de titulares en la prensa digital y la televisión, y se han demostrado falsos o inexactos:

El móvil del asesinato de Asunta fue la herencia; el padre habría desheredado a Rosario Porto por cambiar de vida, e hizo heredera universal a la niña. FALSO: el testamento data de 1975, y la heredera es Rosario.

No se cambió el testamento pero se le dieron la mayor parte de los bienes en vida. NO DEMOSTRADO

La propia Rosario ya fue adoptada. FALSO: Nació en Santiago, en el sanatorio La Rosaleda

Los jueces han empezado a investigar la muerte de los padres, por sospechar que también pudieron ser asesinados por la madre. FALSO: lo niegan fuentes policiales lo niegan, aduciendo que no hubo indicio alguno de muerte no natural

Asunta dijo a dos profesoras que su madre intentaba asesinarla. FALSO, rectificado por las propias supuestos testigos…

Y así podríamos seguir con más detalles; ahora estamos a la espera de nuevas filtraciones del proceso, tal vez alguna foto en el patio de la cárcel obtenida por otro preso; la entrevista al abuelo paterno en exclusiva, emitido en el prime time de Telecinco… todo, por supuesto, con unas grandes cifras de audiencia y, por tanto, de negocio para muchos.

A lo largo de los últimos cinco días no se ha respetado nada: ni la presunción de inocencia, ni el derecho al honor y a la intimidad (consagrados todos en la Constitución) de Rosario Porto, Alfonso Basterra, ni de la propia Asunta. Pero, sobre todo, no se ha respetado el derecho a la información del público: el derecho a recibir información veraz y contrastada, no habladurías de patio; a no ser pasto y altavoz de envidias, rencillas o pequeñas venganzas por cualquier razón y que se esconden en el anonimato.

En este proceso hemos perdido todos: los ciudadanos, ávidos de saber más para intentar entender una muerte absurda y terrible, a quienes se nos ha saboteado la verdad; la profesión periodística, cuyo prestigio está bajo mínimos (no solo los programas de telebasura: todos las grandes diarios, televisiones y portales, en la carrera desenfrenada por alimentar la máquina de actualizar constantemente la información, han dado por ciertos hechos falsos fácilmente contrastables, se han hecho eco de rumores o mentiras descaradas); los medios policiales y judiciales, cuyas filtraciones ponen en peligro la resolución del caso y la legalidad del procedimiento… y por supuesto, Asunta, la única, por ahora, que conoce toda la verdad.

Dice Daniel Innerárity que filósofos y periodistas son los vigilantes de la tribu, los que están en vela para alertar de los posibles peligros a sus conciudadanos… tal vez por eso tenemos, como sociedad, como país, tantos problemas, corruptelas, y mala imagen. Los vigilantes se han dormido y, al despertar, le han preguntado a la vecina del quinto qué se habían perdido, y lo han dado por bueno. Sin preguntas. Se non è vero, è ben trovato! dicen los italianos.

Si queremos reivindicarnos como profesión, y como sociedad, tendremos que ponernos manos a la obra, mantener bien abiertos los ojos y elegir el camino del rigor para recuperar el prestigio del periodismo y de los periodistas; solo así podremos ser más libres y, tal vez, tener futuro.

*Profesora de Deontología de la comunicación. Facultad de ciencias sociales y de la comunicación. Universidad de Vigo