"Hit him hard" ("Dadle duro"). Era la recomendación que hacía recientemente en portada el semanario británico "The Economist" sobre una foto en blanco y negro del dictador sirio.

Hemos oído últimamente demasiados tambores de la guerra. Y entre quienes los han estado batiendo con mayor entusiasmo, además de la revista anglosajona, está un viejo conocido: el francés Bernard-Henri Lévy, uno de los antes llamados "nuevos filósofos".

Henri-Levy, un hombre con un ego descomunal, de gran influencia en los medios franceses y figura muy conocida también internacionalmente gracias a su hábil manejo de la autopropaganda, ha llamado en varios artículos a atacar a Siria.

En el último, publicado por un diario nacional que parece haber sucumbido también a sus encantos, mostraba casi tartufesca devoción al presidente de su país, François Hollande, por su espíritu de "resistencia" frente al sirio.

"Un presidente inspirado -escribía Lévy- que encontró las palabras adecuadas (?) Un presidente que hace honor a Francia al haber sido el primero en hablar de la necesidad de una respuesta y al arrastrar tras él, como lo hiciera Sarkozy en Libia, a un Barack Obama dubitativo".

Y al igual que se ufanó en su momento de haber convencido al anterior presidente francés, Nicolas Sarkozy, para que se sumara a la coalición occidental contra el libio Gadafi -lo que le serviría para rodar un documental de autobombo- Lévy intenta ahora que se le reconozca su protagonismo en la nueva guerra -llamemos a las cosas por su nombre- por la que con tanto ardor aboga.

Desde sus alturas, el filósofo de la "izquierda caviar" se permite un tono despreciativo hacia quienes disienten de su belicosa postura al hablar de una "opinión pública que, de manera general, cada vez expresa con menos tapujos que esta historia de este ataque con gas le trae al pairo".

Resulta en cualquier caso obsceno que mencione a las Brigadas Internacionales que combatieron en España contra el fascismo cuando habla de la urgencia de deshacerse del déspota.

Ni la lucha de los republicanos españoles y de otros países contra el régimen de Franco ni siquiera la mucho más reciente guerra de Bosnia, que se toma a veces como ejemplo, admiten comparación con Siria.

Allí un cruel y aun sanguinario dictador -eso nadie lo niega- se enfrenta a unas fuerzas rebeldes entreveradas de elementos yihadistas, salafistas a los que tampoco parece importar mucho la muerte de civiles -con o sin gas- o la destrucción de ciudades enteras.

Otro intelectual de mucha mayor solidez que Lévy y judío como él, el estadounidense Noam Chomsky, que visitó recientemente el país árabe para hacerse una idea de primera mano, ha reiterado que "un ataque sin autorización es un crimen de guerra".

Y como otros intelectuales a los que los medios internacionales no dan, sin embargo, tanto espacio como al francés, Chomsky se declara partidario de convocar cuanto antes una conferencia de paz, única forma de evitar un desastre todavía mayor al ya sucedido, mal que le pese al francés.