Con los años se pueden detectar algunas frases hechas solo para la oposición. No hablo de promesas: todas pueden ser incumplidas desde que Mariano Rajoy se sienta sobre la mayor mayoría absoluta y se tumba sobre la mayor concentración de poder con lo contrario a lo prometido. Pero hoy es Alfredo Pérez Rubalcaba por "lo que se privatiza se desprivatiza". Su voluntad de incumplirlo se nota en "se desprivatiza", evitando el antónimo correcto: "nacionaliza". Lo que se hace se deshace, pero solo se nacionaliza lo ya deshecho y lo llamamos ayudas o Sareb cuando advierten que "banco malo" suena fatal porque no es malo, es que nació en un ambiente...

Rubalcaba no tendrá ocasión, ni voluntad, ni valor para desprivatizar porque es nadar contra una corriente muy poderosa. Privatizar es saldar la historia, el presente y el futuro de un servicio seguro con dotaciones muy caras y un número de usuarios muy alto que pasan a ser la cartera de clientes para alguien que promete hacer lo mismo con menos personal y guardando para sí un porcentaje alto y arbitrario llamado beneficio. Gestionan con más eficacia para ellos, dando más a menos y mucho menos a más.

Mientras no lo quieran soltar jamás volverá porque habrá que pagar indemnizaciones, lucro cesante hasta el infinito y reparación de daños psicológicos, si los abogados son buenos y el juez también. Organismos internacionales se rasgarán las vestiduras por la inseguridad jurídica creada, la inversión se retirará o se retraerá, pasarán más de mil años, muchos más, y el desprivatizador que desprivatice mal desprivatizador será en los principales medios de comunicación.

Hay unas pocas familias andaluzas a las que no pagar la hipoteca dejaba en la indigencia y la ley nueva, de aplicación temporal, que los acoge puede tumbar el sistema financiero español y disparar la prima de riesgo. Ya ve lo sensibles que son.