He coincidido en la capital austriaca con un congreso internacional de expertos en ciclismo como medio de transporte urbano y me he acercado a escuchar algunas de las ponencias que allí se presentaron.

Aunque no había realmente necesidad de convencerme, he salido aún más reafirmado en la idea de que la bicicleta como medio de transporte tiene un gran futuro en nuestras cada vez más abarrotadas y contaminadas ciudades.

Montar en bicicleta es sano, ayuda a mantenerse en forma, a desengrasar, y contribuye de paso a reducir la huella de CO2 que dejamos cada vez que utilizamos para nuestros desplazamientos un vehículo de motor. Mejora pues la calidad de vida de los ciudadanos.

En las ciudades de los países más avanzados, la bicicleta es reina. No sorprende que, como ocurre por ejemplo en Copenhague, un nuevo ministro acuda en bici a ver a la soberana de ese país. O que los alcaldes de capitales como Londres la utilicen con frecuencia para ir a sus despachos.

Atrévanse también nuestros políticos a bajarse de sus coches oficiales con los cristales tintados y súbanse a una bicicleta para predicar con el ejemplo y tomar de paso el pulso de la calle.

En Copenhague, según explicó su alcalde, que participó en la reunión de Viena, cerca de un 50 por ciento de los que viven en el centro urbano la utilizan regularmente para ir a su trabajo o a hacer sus compras. Y un 80 por ciento de los habitantes de esa ciudad poseen al menos una bicicleta.

En Holanda, casi un 50 por ciento de quienes viven en una localidad distinta de aquella en la que trabajan la utilizan diariamente para ir a la estación ferroviaria más cercana, donde la aparcan antes de coger el tren.

De ahí que en muchas ciudades de ese y otros países donde se usa cada vez más la bicicleta se estén construyendo grandes zonas de aparcamiento para ese tipo de vehículos, muchas de ellas próximas a las estaciones.

En Utrecht (Holanda) se está terminando un garaje para 4.200 bicicletas y el próximo año comenzará la construcción de uno nuevo donde podrán dejarse hasta 12.500.

Los expertos han observado que el uso de la bicicleta incrementa además fuertemente el de los transportes públicos, y así en otro país muy avanzado, Canadá, un 63 por ciento de los participantes en una reciente encuesta expresaron su interés en combinar ambos medios.

Alguien propuso en el congreso vienés la idea de regalar a todos los ciudadanos una bicicleta, algo que varios alcaldes presentes en la reunión consideraron una idea bonita pero un tanto romántica.

Mucho más viables son los programas para compartir bicicletas públicas que han puesto en práctica varias ciudades como Viena, que fue la pionera, Barcelona o París.

También se habló en la capital austriaca de facilitar el transporte urbano de mercancías con bicicletas, eximiéndolas del cumplimiento de los horarios que limitan los repartos de otro tipo de vehículos.

En Copacabana, Río de Janeiro, por ejemplo, se hacen diariamente miles de entregas de mercancías por bicicleta, y lo mismo podría hacerse en las capitales europeas, lo que facilitaría el que surgieran pequeños emprendedores.

Pero no todo es idílico en el mundo del ciclismo. Las bicicletas plantean también problemas en las ciudades. Hay ciclistas que no respetan las señales del tráfico, que van por calles en dirección contraria, que pasan al peatón por la acera sin avisar y casi le atropellan, si es que no le insultan. De todo eso, y de muchas otras cosas, como la conveniencia o no del casco, se habló también en Viena.