Si los astros o la crisis política no lo remedian, vamos de cara a una nueva reforma educativa que se aprobará con la mayoría absoluta del partido gobernante y con la oposición de la ídem. Con esta ya serán un montón, y como las más firmes mayorías son igualmente efímeras (lo sabe bien Aznar, que estos días contribuye a demostrarlo), la falta de consenso traerá que al cambio de gobierno le siga otra reforma educativa, para nunca dejar de sumar y seguir. Más seguir que sumar, porque una carencia del sistema es que envía a la Universidad a adolescentes con dificultades para el manejo de las matemáticas, y también porque en la suma está prohibido elidir ningún sumando, mientras que las sucesivas reformas se construyen desde el olvido de lo enseñado por muchas de las anteriores. Lo cierto es que responden a la concepción de la realidad como un sujeto de análisis y gestión partidista, que domina tantos ámbitos del debate social y político. Hemos visto en los últimos días un ejemplo en Barcelona, donde la marca de ropa que equipa al FC Barcelona vistió con una gran camiseta azulgrana el monumento a que domina el puerto a 57 metros del suelo. La polémica estaba servida, pero en la decantación de posiciones los ejércitos de partidarios y detractores han coincidido mayormente con los de barcelonistas y no barcelonistas. A los primeros les encantó la imagen y buscaron argumentos para defenderla, mientras a los segundos les molestó y elaboraron razonamientos para criticarla. El ejemplo es tan banal como se quiera, pero por desgracia es una metáfora del debate político: las ideas vienen después de una toma de posición guiada por la dinámica de los míos y los otros, con lo que tirios y troyanos se dan por satisfechos con la derrota del adversario y no se esfuerzan mucho en valorar la excelencia de las disposiciones aprobadas. El ministro José Ignacio Wert ha pasado por el Consejo de Ministros su contribución personal a la cadena de reformas, sin que conste la existencia previa de un debate académico, social y político de la amplitud necesaria: se deja tal vez para el trámite parlamentario, donde será objeto de un fuego cruzado estéril por parte de unos parlamentarios cada vez menos reconocidos por los ciudadanos que no los reconocen como a sus verdaderos representantes. Habrá quien esté contento ante la promesa de una centralización de los currículos y de reválidas homogeneizadoras, y quien piense que tales retornos huelen a naftalina y a inutilidad, pero lo necesario es que se pongan todos de acuerdo en los pasos necesarios para que los chicos y las chicas acaben la fase obligatoria sabiendo comprender el sentido de un texto complejo y expresarlo con las palabras correctas.