Hasta que llegó a la Presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy tuvo que convivir con la amenaza de un posible regreso al frente del PP de aquel que le nombró a dedo como sucesor, José María Aznar. Tras su reciente aparición televisiva, la sombra del salvapatrias que quiere poner orden en la casa es más explícita. Ante ello, caben dos preguntas: ¿es posible una vuelta de Aznar con políticas semejantes a las de hace 10 años? Y ¿por qué reaparece ahora?

La primera se responde con facilidad y demuestran las trampas del expresidente. Al presumir de sus bajadas de impuestos como revitalizadoras de la economía en los gloriosos años del ladrillo, que nos han llevado a un paro cercano al 30%, olvida decir que España está intervenida, de facto, por unos señores llamados Comisión Europea, FMI y BCE. Y esos señores (Mario Draghi, sin ir más lejos) insisten en que el futuro del país no pasa por alteraciones impositivas, sino por recortes de gastos y reformas estructurales (que afectan a los intereses de aquellos que más se beneficiaron con Aznar: la academia anglosajona los denomina "élites extractivas" y aquí, que somos más pedestres, los conocemos como "el palco del Bernabéu").

Por otro lado y pese a su engolada asunción de responsabilidad "con mi país y con mi partido", parece que su proyección pública obedece el cerco que padecen él y su entorno, ante las revelaciones en torno a los papeles de Bárcenas y a las conexiones entre los cerebros de la trama Gürtel y acontecimientos como la boda en El Escorial de su hija. La sensación de que los actuales responsables del PP le habrían abandonado ante este acoso ha precipitado su enmienda a Rajoy. ¿Posibilidades de prosperar? Si alguien como Montoro le replica con cajas destempladas sobre la rebaja de impuestos (impensable hace 10 años), juzguen ustedes mismos.