Si como explica el apóstol Pablo en su misteriosa segunda carta a Tesalónica el fin del mundo y la segunda venida del Mesías estarán precedidas de gran actividad diabólica (lo que explica por qué tantos demonios se agitan en los Evangelios al paso de Jesús), el acabamiento de los tiempos debe de estar próximo a juzgar por un exorcismo recién atribuido al Papa y por el intenso nombramiento de exorcistas en dos de las principales diócesis del mundo.

En efecto, el cardenal Rouco Varela conferirá el ministerio de exorcista a ocho sacerdotes de la archidiócesis de Madrid "ante la avalancha de casos de influencia demoníaca sin precedentes en toda España y en su historia", según las noticias conocidas en la últimas horas. Existe además un precedente en Milán, ya que meses atrás el cardenal Angelo Scola duplicó el número de exorcistas de la diócesis, que pasaron de seis a doce.

En cuanto al Papa Francisco, le impuso las manos a un mexicano y rezó una oración liberadora durante una reciente comparecencia pública. El momento fue fotografiado y difundido por todo el mundo, pero el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, negó que se hubiera tratado de un exorcismo en sentido estricto. No obstante, Gabriel Amorth, exorcista de la diócesis de Roma, ha asegurado que "podemos decir que le hizo un exorcismo, porque también lo es el que se hace poniendo las manos en la cabeza de la persona y rezando, sin recurrir a los exorcismos escritos".

Pero lo curioso es lo que el propio Amorth explicó sobre la circunstancias del suceso: "El Papa se había reunido antes con ese grupo de jóvenes y después se le acercó un sacerdote y le dijo que ese chico, mexicano, estaba poseído por cuatro demonios". Amorth agrega que dicha posesión "es una venganza del demonio en contra de los obispos mexicanos, porque ellos no se opusieron al aborto como habrían debido".

En la estructura de dicha explicación hay algo que nos recuerda el largo proceso de las apariciones de Fátima, cuando una oscura camarilla rodeaba a la hermana Lucía -la única vidente viva-, y porfiaba con la idea de que si el Papa -los sucesivos pontífices- no consagraban Rusia al Sagrado Corazón de Jesús sobrevendría la tragedia anunciada por el Tercer Secreto de Fátima. Ocuparía mucho espacio relatar aquel chantaje, trágicamente rematado por el atentado de Juan Pablo II, quien, sin embargo, atribuyó a la Virgen, no su desgracia, sino la desviación de la bala. Ahora bien, lo verdaderamente diabólico, y meramente humano, es atribuir la desgracia de alguien o una posesión demoníaca a lo que cualquier iluminado considere como errores de la Iglesia. Tal modo de jugar con fuego no se corrige mediante exorcistas, sino con operaciones algo más racionales. Por lo que respecta al intenso nombramiento de exorcistas, la diócesis de Madrid habla de "la gran demanda de ayudas para liberarse de posesiones demoníacas, o bien de influencias maléficas (amarres, magia negra, quiromantes, mal de ojo, echadores de cartas, esoterismos varios, incluido el reiki)".

En Milán exponen algo similar: "Con el aumento del esoterismo y la generalización de la actividad de brujos, quiromantes y echadores de cartas por toda Italia, las víctimas de esa magia destructiva aumentan por doquier".

Hay que releer el capítulo "Dios salve la razón", de Gustavo Bueno, en el libro homónimo. Allí se habla de la sustitución de la magia antigua por la cristiana, precisamente merced a la razón que salva al hombre. Y puede que Satanás sea entonces una cosa mucho más seria como para jugar con fuego.