Uno de los libros más hermosos y profundos que he disfrutado en mi vida ha sido uno de Hans Urs von Balthasar que en alemán lleva por título Nur die Liebe ist glauhaft. Al español se ha traducido como Sólo el Amor es digno de fe. En él el autor trata de desarrollar los caminos por los que los hombres hemos buscado y seguimos buscando a Dios en nuestra vida y en nuestro pensamiento. El hombre se ha servido de la naturaleza y del cosmos para buscar a Dios. En los tiempos modernos, en cambio, se ha privilegiado la vía de la interioridad, de la consciencia personal, para acceder a la existencia y al ser de Dios. Ninguno de estos caminos es concluyente en sí mismo porque en realidad la fe cristiana no es el resultado puro de una búsqueda del ser humano sino la respuesta a una entrega de Dios. Uno no cree en un ser que se ha descubierto como fruto de una búsqueda personal. La fe es una respuesta a quien te ha buscado primero, desde siempre. Por eso, dice Balthasar, sólo el Amor, sólo Dios Amor, es el que hace creíble nuestra fe: "El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es Amor" ( 1 Jn 4,8 ).

El mandato del amor es el corazón del mensaje de Jesús. Pero la raíz y el fundamento último del mandamiento del amor de Jesús es que Dios mismo es Amor. Jesús es el don supremo de Dios al mundo y Jesucristo, Hijo de Dios, es el Dios Amor hecho carne.

Los cristianos somos invitados por Jesús a ser instrumentos y transmisores del amor de Dios al mundo como Él lo fue: "Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado"( Jn 13,34). Si el amor de Jesucristo a los hombres fue hasta las últimas consecuencias, el amor de los cristianos no puede ser de otra índole. Amar para un cristiano significa dar la vida por el hermano, si ello fuera necesario, y, en cualquier caso, el que ama no puede permanecer nunca indiferente a la suerte del hermano que tiene al lado. Jesús nos dijo que al final de la vida seremos examinados de nuestras actitudes hacia los hermanos necesitados: " Venid, benditos de mi Padre porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme; o apartaos de mí, malditos... porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis; o apartaos de mi, malditos... porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis" (Mt 25,34-43).

Los primeros cristianos entendieron perfectamente la centralidad del amor fraterno en la vida cristiana. El testimonio de los Hechos de los Apóstoles es contundente a este respecto. El mensaje cristiano del amor fraterno no es un testamento de Jesús en el que la Iglesia fue ahondando con el paso del tiempo y de cuyo compromiso fue tomando conciencia a medida que se iba insertando en la historia. Muy al contrario, cuando la Iglesia quiere descubrir hoy su misión en la historia tiene que volver sus ojos a la radical novedad que en el mundo antiguo supuso la fe cristiana. De esa novedad tuvo plena conciencia la Iglesia primitiva. Nunca dejará de sorprendernos la clarividencia con la que el Apóstol San Juan habla de la caridad y de su inseparable vinculación con la fe: "Si alguno dice: Amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve" (1 Jn 4, 20).

La Iglesia siempre ha sentido la caridad como su urgencia primera y nuestra Diócesis tiene que encontrar de nuevo en el ejercicio de la caridad la primera de sus tareas. En este sentido, es admirable el trabajo que viene desarrollando nuestra Caritas diocesana. Soy testigo muy directo del compromiso lúcido y abnegado de personas que a través de Caritas diocesana hacen posible que la esperanza no se apague en muchos de nuestros hogares ni en el corazón de tantas personas duramente golpeadas por la crisis que estamos sufriendo.

Dentro de unos días celebraremos la Fiesta del Corpus Christi, "Día de la Caridad". Y Caritas Diocesana llama una vez más a nuestras puertas para decirnos que si de verdad amamos a nuestros hermanos, tenemos que compartir. En los momentos difíciles sólo hay una salida: repartir.

*Obispo Tui-Vigo