En la feria Art Basel, sin lugar a dudas la más importante del mundo en su género, hay siempre un gran espacio dedicado a obras que por su tamaño monumental no tienen normalmente cabida en una galería.

Al menos, habría que precisar, en una galería tradicional porque los espacios expositivos que están abriendo algunas de las más potentes en el mercado internacional del arte son cada vez más gigantescos.

Es una tendencia paralela a muchas de las obras que se exponen en esas galerías o en museos como el Guggenheim: véanse si no las series de gran formado de artistas tan conocidos, pero de estilos tan diversos, como los estadounidenses Cy Twombly, Alex Katz o Georg Baselitz, que integran la última de las exposiciones en su sede bilbaína.

Hay como una pelea de gallos entre los que dominan hoy el mercado del arte, gentes como el norteamericano Larry Gagosian, el británico Jay Joplin, de la londinense White Cube, el alemán David Zwirner, o el austriaco Thaddaeus Ropac.

Gagosian, sin duda el más potente e influyente de todos ellos, tiene un imperio de doce galerías estratégicamente distribuidas entre Los Ángeles, Nueva York, diversas capitales europeas como Londres, Roma o París, y Hong Kong. Allí donde hay potentes coleccionistas, allí está él.

En la capital francesa ha abierto una galería en un viejo hangar de 1.650 metros cuadrados reformado por el arquitecto estrella Jean Nouvel y situado en el aeropuerto privado de mayor tráfico de Europa, el de Le Bourget, y a diez minutos del internacional de Roissy.

Así los coleccionistas, entre ellos los que asisten anualmente a la feria de arte contemporáneo parisina FIAC no tendrán que perder tiempo, sino que llegarán con su avión privado, echarán una rápida ojeada y firmarán un cheque antes de coger otra vez el avión para su próxima cita.

Thaddaeus Ropac, que comenzó con una pequeña galería en Salzburgo, la ciudad de Karajan y los festivales de música, abrió el pasado octubre su segunda sede en París: un complejo industrial de ocho edificios con una superficie total de casi 5.000 metros cuadrados y naves de hasta doce metros de altura. Al igual que Gagosian, Ropac inauguró su nueva galería parisina con el artista alemán Anselm Kiefer, que también expone en White Cube porque los nombres se repiten siempre en el mercado global del arte.

En otra capital, esta vez Berlín, otro famoso marchante, Blain&Southern, adquirió hace tres años el antiguo taller tipográfico del diario Tagesspiegel, un espacio expositivo de más de 1.300 metros cuadrados y hasta 20 metros de altura.

Gagosian y otros como él son una marca. Basta que un artista entre en su cuadra para que el precio, que no el valor, de su obra se quintuplique como mínimo inmediatamente.

Uno de sus artistas es el británico Damien Hirst, también una marca en sí mismo, tan conocido por sus animales conservados en formol como por sus "spot paintings", pinturas a base de círculos de colores.

El año pasado Gagosian lanzó una exposición de alcance global con 331 pinturas de esa serie en once de sus galerías situadas en ocho ciudades de tres continentes. Todo un éxito publicitario.

Muchas de las obras que se exhiben en esas megagalerías impactan más por sus dimensiones que por su profundidad y se agotan muchas veces en una primera visión.

Parafraseando al expresidente Bill Clinton, habría que decir: "Es el mercado, estúpido".