Resulta que hay una Organización Internacional del Trabajo (la famosa OIT) que ha decidido enviar a Bangladesh una delegación para que estudie lo sucedido en el Rana Plaza, entre cuyas ruinas llevan contados más de mil cadáveres de mujeres que trabajaban de doce a catorce horas por un euro al día. Desde aquí les digo que se ahorren el viaje. Yo les explico lo que ocurrió sin pasarles dietas ni gastos de representación. Lo que ocurrió es que el edificio estaba en muy malas condiciones, porque los edificios en ruinas salen muy baratos y aligeran costes o costos, ahora no caigo. Sobre la azotea de esa ruina colocaron unos compresores que pesaban más que el edificio. Cuando los compresores se pusieron en marcha, las vigas maestras cedieron, las paredes se abrieron y el edificio se derrumbó sobre toda aquella carne de cañón: las mujeres que cosían para las grandes firmas europeas y norteamericanas que no vamos a nombrar para que no se enfaden, no sea que nos retiren la publicidad.

Dirán ustedes que buena gana de montar una fábrica en un edificio asesino. Y les digo yo que no pasa nada, que mil personas muertas, para una industria como la textil, que mueve miles de millones, son calderilla. Se las sustituye enseguida por otras mil, que hay millones de personas dispuestas a dejarse los ojos y las manos y lo que haya que dejarse por 30 euros al mes. Para averiguar eso no hace falta ninguna delegación de la OIT, que seguramente volará en primera y se alojará en hoteles de cinco estrellas y llevará a cabo un sinfín de burocracias antes de ponerse a redactar el informe. Es más, antes de que lo haya finalizado se habrá incendiado una fábrica en un país cercano y la delegación tendrá que salir pitando para realizar otra investigación absurda, con sus timbres y sus sellos y su parafernalia. Lo que les he dicho yo va a misa.

Para lo que sí vendría bien una Organización Internacional del Trabajo como Dios manda es para que estas cosas dejen de ocurrir. Y eso se arregla metiéndole mano a la violencia de clase, que es lo que más mata en la actualidad, unas veces por aplastamiento, como en Bangladesh, y otra por hambre, como en Somalia. En Madrid, a tantos de tantos de dos mil tantos. De nada.