De la del 2207 de la Avenida Seymour, de Cleveland, salía y entraba un conductor de autobús nada sospechoso. Todas las casas guardan secretos, pues para eso están paredes, muros, altos cierres de arbusto. El secreto es una exudación del cuerpo, un aura, un tejido que se forma con el tiempo a partir de las secreciones. No hay nadie que no lo lleve debajo, y en la casa propia está el fondo de armario. Los secretos del 2207 de la Avenida Seymour iban bastante más allá de lo normal, es cierto. En la sociedad machista no es nada raro que el hombre tenga secuestrada a la mujer (a veces al revés) bajo un régimen de propiedad omnímoda que ambos disimulan fuera de casa: acomodaciones recíprocas y pactos implícitos para hacer soportable la violencia primaria y las coacciones y chantajes secundarios. Pero en el 2207 de la Avenida Seymour sin duda el macho carcelero había ido demasiado lejos.