Siempre ha habido ministros sonrientes que al mal tiempo ponen buena cara. En tiempos de Franco al ministro del Movimiento, José Solís Ruiz, se le llamaba "la sonrisa del régimen" (lo cual ya es sonreir). En la democracia, si hay que elegir un ministro sonriente de Adolfo Suárez sería Eduardo Punset, y entre los de Felipe González destaca Javier Solana. En tiempo de José María Aznar dominaba la sonrisa de Javier Arenas, y en el de Zapatero acaparaba él mismo toda la sonrisa disponible. Los ministros sonrientes suelen ser responsables de carteras en las que puntúa el buen rollito, como Cultura, Exteriores o Trabajo. En el gobierno actual el ministro-sonrisa es Montoro, lo cual es raro, siendo el recaudador de impuestos. Es verdad que en el área económica sirve para compensar el hosco careto de De Guindos, pero nunca hasta ahora se había usado la sonrisa para adelgazarnos la cartera.