La realidad ha devenido en un trabalenguas. La realidad se parece a la página de los periódicos donde se amontonan los crucigramas y los sudokus y las palabras cruzadas y los acertijos. Habla Guindos, por poner un ejemplo, y a las tres o cuatro horas de su intervención, cuando aún no hemos logrado descifrar lo que ha querido decir con lo de la ponderación de impuestos o la situación envolvente, en fin, esas cosas que solo él sabe proclamar con la gracia económica que le caracteriza, entonces, decíamos, aparece Rajoy y le desmiente de arriba abajo. Significa que asistimos a la negación de algo de lo que no teníamos noticia. Como si saliera, por poner otro ejemplo, Montoro y nos asegurara que la indemnización en diferido de Bárcenas, a la que se refirió Cospedal, carece de efectos tributarios.

-Oiga, pero si no sabemos lo que es una indemnización en diferido en forma de simulación€

-Haber puesto atención.

Ahora el trabalenguas se ha deslizado al asunto del pacto, del gran pacto, de la madre de todos los pactos. Hasta la Casa del Rey, contagiada por la atmosfera de confusión general, ha entrado en el juego. Bienvenida sea, añadirá un poco de diversión a un asunto realmente tedioso. A ver, el único pacto posible, bien visto por la ciudadanía, sería aquel en el que todas las fuerzas políticas se pusieran de acuerdo en no aceptar que hemos de empobrecernos entre un 30 y un 40%, que son las órdenes recibidas de Alemania y que todas las fuerzas políticas, con más o menos resistencias, con más o menos matices, acatan. Ese 30 o 40% de empobrecimiento, pensado especialmente para las clases medias, va a dejar al país desencuadernado. No vemos a ningún partido de la oposición firmando ese acuerdo, aunque ellos mismos lo llevaran a cabo en el caso de gobernar.

Lo que hace falta aquí es un cambio de lógica. Y un cambio de lógica implica también un cambio de dimensión. Todo lo demás es puro trabalenguas, puro sudoku, puro engañabobos. Y ya nos han engañado bastante durante el año y medio en el que el PP se ha dedicado a incumplir minuciosamente su programa electoral. O sea, que no cuela.