¿Vuelve el dinero inmoral a la gente?. Es la pregunta que se hace el semanario liberal alemán "Die Zeit" a propósito de la cadena de escándalos relacionados con el dinero que sacude las direcciones de empresas y bancos o incluso la presidencia de un importante club de fútbol a quien muchos creían modélico benefactor hasta el punto de haberle dado el apodo de "padre Teresa" con motivo de su sesenta cumpleaños.

No es que ello deba tranquilizar, ni mucho menos, a quienes entre nosotros pudieran pensar que el fraude fiscal, el latrocinio, la corrupción y la desvergüenza son algo privativo de españoles y demás pueblos de tradición católica frente a aquellos otros donde dejaron mella Calvino, Lutero u otros reformadores. Pero sí nos dice que la falta de escrúpulos, el afán de lucro y la insolidaridad no conocen fronteras y que hace falta que los controles y la justicia funcionen con eficacia.

El caso más conocido últimamente es el que afecta al presidente del "Bayern Múnich", Uli Hoeness, acusado de evasión millonaria de impuestos y que hasta ahora ha podido evitar la cárcel gracias al pago de cinco millones de euros. Es un caso que salpica además a la clase política de ese país ya que dirigentes de distintos partidos, incluida la canciller Angela Merkel, o su próximo rival en las elecciones generales, el socialdemócrata Peer Steinbrück, lo habían buscado como asesor gracias a su enorme popularidad.

Ahora está, sin embargo, en el centro de una batalla política al sospechar la oposición socialdemócrata que el Gobierno intentó llegar a un acuerdo fiscal con Suiza para garantizar el anonimato de las grandes fortunas que buscaron allí refugio a cambio de que ese país las gravase con un impuesto especial y entregara a Alemania el dinero así recaudado sin revelar el nombre de sus titulares de las cuentas.

Los socialdemócratas pensaron que tal acuerdo estaba hecho a la medida del presidente del club bávaro, que decidió finalmente autoinculparse, y optaron por vetarlo aprovechando su mayoría en el Bundesrat o cámara de los "laender" (regiones).

Pero el caso Hoeness no es ni mucho menos único. Decenas de altos directivos de bancas y empresas han llamado la atención de los inspectores fiscales alemanes en los últimos años por supuestos delitos relacionados con el dinero: desde evasión o soborno hasta manipulación del mercado o falsificación de balances.

Entre ellos están el gerente de la asociación alemana de banca, un ex jefe para Alemania del banco de inversiones Morgan Stanley, el fundador de una de las principales cadenas de supermercados, así como dos grandes empresarios del sector inmobiliario o ex dirigentes de algunos de los buques insignia de la industria germana: MAN, Thyssen-Krupp o Porsche.

No se trata en la mayoría de los casos de simples empleados, sino de personas que ocupan u ocupaban los órganos de dirección de empresas de todos los sectores. Y el móvil parece ser casi siempre el mismo: la codicia. Una codicia alimentada además por un sistema insaciable para el que solo cuenta el continuo incremento de las cifras de negocios y el lucro privado, y que, en ese afán, parece tolerar cualquier irregularidad, cualquier delito.

Y allí como en otras partes, los directivos incriminados recurren a los mejores equipos de abogados, que tratan de evitarles la cárcel o minimizar las multas que se les impongan.

Solo hay una cosa, escribe Die Zeit, que puede afectarlos más que las sanciones económicas y es la sanción de la propia opinión pública. Y la de otros empresarios que se avergüencen de su comportamiento corrupto y les hagan el vacío. Pero muchas veces ni eso.