Recuerdo una época en la que los periódicos tenían una sección de Tribunales que era muy entretenida. Como un río que se desborda, la sección subió y subió y ahora padecemos una auténtica riada. Casi no hay página de la prensa que no esté contaminada por algún asunto relacionado con la justicia. En épocas de crisis, la gente tiende a acentuar sus rutinas porque las rutinas resultan salvadoras. Así, la prensa mantiene sus secciones de siempre, incluidas las de Cultura y Espectáculos, a fin proporcionarnos una sensación de normalidad que está muy lejos de ser real. De aquí a poco, los diarios deberán incluir una sección de Rabia que, si las cosas no mejoran, acabará tiñendo también, como la sección de Tribunales, el resto del periódico.

En la sección de Rabia habría que incluir todas las noticias relacionadas con la desesperación provocada por la crisis. Y no tendrían que ser necesariamente grandes noticias, del tipo de la de aquel que se quema a lo bonzo por no poder pagar la hipoteca, sino sucesos domésticos de menor envergadura provocados por el furor cotidiano. Se palpa, efectivamente, en la atmósfera un furor lleno de matices: a veces es un furor triste, a veces un furor colérico, a veces un furor revolucionario, a veces un furor resignado, humillante, ciego€ Va uno en el metro, observa los rostros de sus contemporáneos y lo aprecia, aprecia el furor en sus rostros, con frecuencia en el propio rostro reflejado en el cristal de la ventanilla. De ese furor habría que dar cuenta en la sección de Rabia. Quizá sería un modo de que no se desborde como se ha desbordado la sección de Tribunales.

¡Qué pena, en todo caso, que jamás haya riadas de Cultura! Al contrario, en tiempos como los que corren, los ríos de la novela y del teatro y del cine bajan casi secos, arrastrando el lodo del lecho, que huele a perros. Se cierran librerías, se cierran salas de cine, se adelgaza el pensamiento simbólico y nos aferramos al literal en una suerte de regresión a épocas en las que una nube era una nube y punto. Da la impresión de que hubiera un proceso de embrutecimiento programado en el que ayer entró Fulano, hoy Mengano y mañana, quizá, usted o yo.