Dos datos. Uno: el tipo nominal del IRPF en España es el cuarto más alto de la Unión Europea, solo superado por Suecia, Dinamarca y Bélgica. El otro: España es el sexto país con menores ingresos fiscales en porcentaje de su PIB, solo superado por Irlanda y cuatro recién llegados de la antigua Europa del Este. Son datos del Eurostat, la oficina estadística de la Comisión Europea. Impuestos altos, recaudación baja: algo no cuadra. Un desajuste que explica parte del malestar reinante, cuando el gobierno acaba de anunciar una prórroga en la subida temporal de los tipos del IRPF.

Fiscalidad hipócrita, que dice una cosa y hace otra. Mientras que los tipos altos proporcionan al ciudadano la sensación de estar pagando mucho, la realidad de una baja recaudación impide a los gobernantes prestar unos servicios que lo justifiquen. Cuando se anuncian tipos marginales del 52%, que llegan al 56% en alguna comunidad, el ciudadano piensa que va a pagar como un sueco y más que un alemán o que un francés. Pero luego resulta que la recaudación tributaria española de 2011 ascendió al 31,4% del PIB, un dato muy alejado del 38,8% de media de la Unión o del 39,5% registrado en la Eurozona. Los ocho puntos del PIB que nos separan de esta última equivalen a 80.000 millones de euros, y superan la cifra de déficit público descontando el rescate bancario. Un rescate que tal vez se hubiera podido atacar con medios propios con unas mejores cifras de recaudación.

Pero se ha caminado en dirección contraria. En los once años que van del 2000 al 2011, la participación de los ingresos fiscales en el PIB se ha reducido en 2,8 puntos. En lugar de convergir, divergimos de la zona euro. Incluso entre 2010 y 2011, en plena generación de déficits estratosféricos, se dio una reducción de la tasa, cuando en el conjunto europeo estaba creciendo.

Pedimos comprensión y ayuda a Europa, pero los eurosocios tienen derecho a contemplar esas cifras y exigir que empecemos por ayudarnos a nosotros mismos. Y nuestro esfuerzo no puede consistir en aumentar de nuevo el marginal de la renta o el IVA de los teatros, sino en localizar y reparar todas las anomalías y fugas del sistema fiscal, desde la normativa hasta la inspección pasado por exenciones y privilegios, que impiden poner la recaudación a la altura de los teóricos nominales. Las clases medias asalariadas, asaetadas por todas partes, cargan con la mayor parte del esfuerzo: ya es hora de dejarlas en paz y poner el foco en las zonas oscuras.