En resumen: en España hay 16,6 millones de personas ocupadas, 6,2 millones de desempleados (de los que 3 millones cobran subsidio o prestación) y 9,5 millones de pensionistas. De ello se deducen un par de cosas.

Primera: En España trabaja poco más de una tercera parte de la población. Por una vía u otra, sea como miembros de su familia o como beneficiarios de la protección pública, cada trabajador da de comer a tres personas: a sí mismo y a dos más. Eso incluye a los hijos pequeños, a los hijos mayores que buscan el primer empleo y al pariente que agotó el paro, pero también a todos los pensionistas y a todos los parados subsidiados. Mucha carga para cada trabajador; demasiada.

Segunda: el número de quienes trabajan y el de quienes cobran de lo público sin trabajar tienden a igualarse. Ahora ya es de un perceptor por cada 1,3 cotizantes, si sumamos pensiones y desempleo. Dicho al revés: de media, todo trabajador sufraga tres cuartas partes de la paga de un pensionista o desempleado. Yo soy yo y un 75% de alguien más: he aquí mi orteguiana circunstancia.

Esto no hay quien lo aguante. No es sostenible, especialmente en tiempos de salarios reales descendentes. Y menos si el país en su conjunto tiene una deuda enorme, privada y pública, que debe ir devolviendo.

Hay un montón de capacidad de trabajo absolutamente desaprovechada. Jóvenes que no consiguen entrar en el sistema, mayores con experiencia que son expulsados de él. Se hizo una reforma laboral para salvar empresas viables amenazadas por los altos costes del despido, pero tras ello la tendencia de la estadística no se ha modificado. En cambio, el miedo a un despido más fácil ha empujado los salarios hacia abajo.

Los servicios lideran la destrucción de empleo. Es una denominación muy amplia, integrada en parte por actividades muy prósperas cuando la gente tiene dinero para gastar. Pero este dinero básico se consigue produciendo bienes capaces de ser vendidos en otros mercados, mejorando para ello la cantidad de valor que se añade por cada minuto trabajado en su elaboración.

En cada momento dado, las prestaciones del sistema son las que pueden pagar los activos con sus impuestos y cotizaciones. ¿Retrasar la jubilación otro año? ¿Aumentar el periodo de cómputo? ¿Reducir a 18 meses la prestación por desempleo? Nada de ello salvará las cuentas si llegamos a la relación de uno a uno entre cotizantes y perceptores. Solo la creación de empleo productivo nos sacará de esta.