Calcular el déficit público es como jugar un partido de fútbol. Existen unas normas, pero es posible jugar de muchas maneras; bordeando o no el reglamento; de forma más o menos agresiva; asegurando el resultado o arriesgando. Cuando se juega sin árbitro el cumplimiento de las normas se deja al criterio de los jugadores. La cosa solo funciona cuando no hay nada en liza o los protagonistas son de una ética intachable. Por eso cuando la cosa va en serio, ponemos un árbitro. El juez del déficit público está ahora en Bruselas.

Montoro y su mano derecha en materia presupuestaria, la hipertrabajadora Secretaria de Estado pontevedresa Marta Fernández Currás, diseñaron una estrategia que dejaba el déficit por debajo de todas las estimaciones disponibles y muy cerca del 6,3% comprometido. A ojos de Bruselas, que son los que ven la verdad en la actual coyuntura política, la cifra está más cerca de lo que preveían los institutos públicos y privados: el 7%. La corrección no es escandalosa; desde luego menos que la que hubo que hacer en 2011. Pero, sin duda, sería bueno que ya para el ejercicio en curso contásemos con esa autoridad fiscal independiente anunciada hace unas semanas por el Consejo de Ministros. Si verdaderamente es independiente y las personas que lo formen tienen la capacidad y el prestigio técnico que deben, podremos mejorar no solo en el diseño de los escenarios fiscales, sino también en el de las proyecciones y estimaciones del déficit. Lo necesitamos.

Volviendo al déficit acreditado por Bruselas, puede parecer una reducción pequeña respecto al déficit de 2011, pero no lo es. Es muy grande. Porque se ha conseguido en un escenario de fuerte recesión económica, apretando a empleados públicos y contribuyentes, ahogando servicios. El gobierno lo sabe y por eso pide a Bruselas lo que dicta el sentido común: revisar el objetivo para 2013, para dejarlo en el 6%; y retrasar la vuelta al 3% hasta 2015, al menos. Porque la coyuntura económica es mucho peor de lo que se preveía hace dos años, cuando nos comprometimos. En todo caso, incluso aunque el proceso de consolidación fiscal se aplace finalmente uno o dos años, la situación no va a ser fácil. O los misteriosos y huidizos brotes verdes aparecen de una vez o veremos medidas adicionales. Por lo de pronto, no parece sencillo que en 2014 desaparezca el recargo extraordinario en el IRPF: Preparen los bolsillos.

*Catedrático de Economía Aplicada de la Universidade de Vigo @SantiagoLagoP