En los pocos días que el Papa Francisco lleva al frente de la Iglesia, sus palabras y sus gestos han suscitado un torrente de ilusión entre los creyentes y en las personas de buena voluntad. Su modo de presentarse, sus palabras directas y transparentes y toda la consistencia que se adivina detrás de su sencillez generan una profunda credibilidad.

Sin duda, Francisco es el Papa que necesita la Iglesia en el mundo de hoy. Con todo, nada hacía pensar que los cardenales electores fuesen a buscar a un Papa allá cerca de Tierra del Fuego, al sur del continente en el que viven la mayoría de los católicos. Pero allí, en tierras argentinas, un obispo lleno del celo de Dios y con la mente muy puesta al día llevaba años marcando, en íntima comunión con sus diocesanos, el rumbo de una Iglesia cuyo corazón está con los que sufren y con los pobres de este mundo. Y ése es el Pastor que hoy quiere Dios para su Iglesia.

Uno de los signos más llamativos y menos vistosos del Papa Francisco fue citar en su primera audiencia de los miércoles a un teólogo que aún vive. Fue una cita expresa del teólogo Walter Kasper, cardenal de la Iglesia y miembro del cónclave que le acababa de elegir.

El cardenal Kasper es muy conocido entre nuestros estudiantes de Teología. Su pensamiento teológico le es familiar a tantos sacerdotes y religiosos, y a no pocos laicos. Con sus obras ha contribuido de manera decisiva a la renovación de la formación teológica en los años posteriores al Concilio Vaticano II.

En el libro "El Dios de Jesucristo", dedicado a la reflexión sobre el misterio cristiano de la Trinidad, tiene Kasper páginas memorables. En una de ellas, sin duda la más profética, nos dice con la mayor convicción que el interlocutor principal del creyente de hoy no es el hombre ilustrado de nuestro tiempo, sino el hombre que sufre, el hombre doliente. Es una afirmación del mayor alcance que está llamada a cambiar el rumbo del diálogo entre fe y cultura.

La profunda conciencia actual del sufrimiento inherente a la condición humana ha modificado la situación de la teología. Este sufrimiento puede revestir múltiples figuras, tales como la de la explotación y la opresión, la de la culpa y la angustia, la de la enfermedad y la pobreza, la de la soledad y la muerte. Estas experiencias de sufrimiento, afirma Kasper, no son fenómenos marginales y residuales de la existencia, como el lado sombrío del ser humano. Se trata de la condición humana como tal que necesita ser acogida y sanada desde la misericordia de Dios.

En la fuente de esta teología bebe el Papa Francisco. Una teología que no olvida ni relega la doctrina, pero que sabe, como Jesús nos dejó dicho en el Evangelio, que la entrega incondicional al hombre que necesita ser salvado es el empeño verdadero de Dios y de su Iglesia.

*Obispo de Tui-Vigo