Hace tres semanas hice en FARO un diagnóstico sintético de su situación. Incidía en que los problemas se concentraban no en su cuenta de explotación, sino en su balance. Existía un exceso de endeudamiento, un menguante núcleo duro de accionistas gallegos y un riesgo real de OPA por parte de compradores foráneos. En estas tres semanas hemos sabido más cosas. Todas ellas malas y que agravan el diagnóstico.

En primer lugar, el endeudamiento del grupo es sustancialmente más alto de lo que decía la contabilidad. Además, existe incertidumbre sobre el desfase. Tanta que esta misma semana aterrizará una auditora diferente a la habitual para clarificar la situación. Por tanto, esta grieta es más grave de lo que se pensaba inicialmente.

En segundo lugar y vinculado a lo anterior, la crisis ha revelado falta de transparencia, problemas de gobernanza y disensiones en el núcleo duro de la compañía: lo último que necesita una compañía que debe proyectar confianza y credibilidad para que sus acreedores refinancien sus deudas y aporten circulante.

En tercer lugar, los planes de expansión internacional han cosechado unos resultados deficientes.

Por tanto, la lista de asuntos a resolver se ha alargado y agravado. Además de la venta de activos, que supondrá una significativa reorientación estratégica; de la renegociación de pasivos, más difícil de lo que se preveía; y del desiderátum de reforzar el capital vinculado a Galicia; es necesario que el consejo de administración se ponga de acuerdo y que hable con una sola voz, que se depuren las responsabilidades por los errores cometidos, y que la gobernanza de la multinacional se reformule y salga reforzada de la crisis.

Sin duda, la Xunta puede ayudar, pero la responsabilidad y el protagonismo son y deben ser del consejo de administración.

*Catedrático de Economía Aplicada de la Universidade de Vigo

@SantiagoLagoP