A un mes de las elecciones italianas, Berlusconi dice estar preparado para volver a las urnas. Sería escandaloso en condiciones de normalidad, pero no sorprende en el caos fomentado por la UE en el sur de Europa. El ex primer ministro italiano es una gárgola monstruosa del museo de los horrores que hoy forman Merkel, Draghi, Rompuy, Barroso, Lagarde y compañía, que no aciertan ni como excepción. Tristes tiempos nos ha tocado vivir, sumergidos en un caldo de pícaros y mediocres que no vieron venir una crisis cantada, fueron por completo impotentes para evitarla, hacen todo lo posible por agravarla, se ciscan en el llamado ideal europeo y ponen en cuarentena la unión monetaria que vendieron como primera y presunta victoria. Todo es ruina y falacia cuando sigue intocada la muralla que protege al gran capital especulativo y son las clases medias y populares las condenadas a pagar el destrozo, sin garantía alguna sobre los depósitos bancarios -que ya es el colmo-, ni seguridad en el sistema de pensiones, ni perspectivas mínimamente creíbles sobre el reinicio del crecimiento y la creación de empleo. Alucina el hecho de que ciertos responsables políticos y económicos aún se atrevan a criticar el euroescepticismo que sube en España más que la espuma.

Y cuando se oye a personajes tan lineales como Cospedal, que siempre habla en tautología o en pedestres fórmulas deductivas, encomiar la fortaleza de España, no afectada por crisis como la de Chipre porque la "creíble" actitud del Gobierno está generando confianza, solo nos queda jurar en arameo. Esta señora omite sistemáticamente el mayor baldón nacional, su más corrosivo agente de descrédito: un paro de seis millones que, proporcionalmente, ha pasado a la historia incluso en el tercer mundo más menesteroso. La confianza y la credibilidad que esa desdicha despierta es comparable a la flotabibiidad del pedrusco atado al cuello del náufrago. Los que saben y los que sufren se preguntan cada día de qué hablan estos políticos y a qué población de estúpidos creen dirigirse.

No está la izquierda para premios, pero la derecha está de psiquiatra, chapoteando en las miserias de un sistema acabado y una ideología impugnada por el abuso neoliberal. Berlusconi es como el "dontancredo" en el que sus correligionarios no italianos desahogan la rabia del fracaso, pero no nos engañemos: a excepción del machismo y el exhibicionismo pornosexual, todos son iguales. Los antipolíticos de Grillo están empezando a llenar la cachimba de quienes no desdeñan la estabilidad de una colaboración con el conjunto de izquierda liderado por Bersani. Visto lo visto tras las elecciones del 25 de febrero, lo que cabe esperar de la repetición que tiene a Berlusconi tan preparado es que le den su merecido hasta sacarlo de escena, y adviertan a Grillo que el acratismo está muy bien como actitud pero cae en vacío si las tres cuartas partes de la sociedad italiana no lo sienten.