Una arquitecta alemana con gran sensibilidad para las heridas infligidas al paisaje, Julia Schulz-Dornburg, tuvo la excelente idea de visitar y fotografiar durante dos años y en un recorrido de 10.000 kilómetros muchos de los desmanes urbanísticos cometidos a lo largo y ancho de nuestro país, tanto en la costa como en el interior.

Se trata de complejos turísticos, deportivos y residenciales que surgieron en lugares, muchos de ellos privilegiados por la naturaleza, y que, al estallar de pronto la burbuja inmobiliaria, no llegaron a terminarse, de forma que sus secuelas físicas permanecen como tristes recordatorios de décadas de especulación inmobiliaria y corrupción urbanística.

Como explica la arquitecta, son esas ruinas muchas veces fantasmagóricos monumentos de "alto valor simbólico porque resumen de forma elocuente y visible la compleja trama de complicidad social, política y económica que insiste en un modelo de crecimiento a cualquier costa y en cualquier lugar".

El día en que futuros historiadores resuman esos años de falsa prosperidad, hablarán sin duda de cómo el más desmedido afán de lucro, unido a la más absoluta falta de moral, compró voluntades, corrompió a partidos y desfiguró tal vez para siempre parajes que merecían mejor suerte.

El resultado del trabajo de Schulz-Dornburg es un libro que recoge algunos de esos lugares violados por el urbanismo más salvaje (ed. Ámbit) y una exposición que puede visitarse en la fundación ICO de Madrid y que lleva el significativo título de "Ruinas Modernas, una topografía del lucro".

Su mayor acierto es que, junto a los documentos fotográficos, aparecen tanto la publicidad de las promotoras como los planes urbanísticos que documentan la especulación relacionada con los municipios que expidieron los correspondientes permisos.

Gracias a un hábil empleo de la tecnología digital, los promotores crearon poblaciones virtuales que justificaban la recalificación de grandes áreas con sus correspondientes plusvalías.

El contraste entre la realidad actual -horripilantes esqueletos de edificios, carreteras que no llevan a ninguna parte, farolas abandonadas- y las promesas de felicidad sin sombras que nos prometían aquéllos no puede ser más brutal.

"Urbanización situada en un lugar de gran belleza, dotada de excelentes infraestructuras, con dos campos de golf de 18 hoyos, puerto deportivo con capacidad para 1.400 amarres", anuncia una de esas promotoras.

Y bajo una foto que muestra un montón de cascotes y dos chalets sin terminar, otro texto promocional reza así: "Disfruta del éxito en un ambiente de alto nivel y refinamiento".

"Villa de estilo mediterráneo se encuentra en una de las zonas todavía vírgenes de la Costa Blanca. Aromas a jazmín y almendro harán despertar tus sentidos", promete un tercero.

Y para los preocupados por su salud y su aspecto físico: "Wellness center, con medicina preventiva del cáncer y cirugía estética, academia de tenis, escuela de velas, centro comercial y gasolinera".

Puro espejismo.