El Reino Unido reúne ambas cosas: la mejor y la peor prensa del mundo. Esto es, la mejor documentada, la más independiente, inquisitiva, irreverente, capaz de reírse de sí misma, del país y sus instituciones. Y junto a ella, la más escandalosa, insultante, falaz, chovinista y xenófoba.

Algunos medios pertenecientes a esta segunda categoría, sobre los tabloides del grupo del magnate australiano Rupert Murdoch, millonarios en tirada, han invadido sin piedad la esfera privada de demasiada gente, ya fuesen políticos, artistas, famosos o simples particulares, incluso menores. Lo hicieron muchas veces mediante escuchas ilegales y generosos sobornos.

Existía una Comisión de Quejas de la Prensa, especie de organismo autorregulador de la profesión, pero que demostró su inoperancia frente a la magnitud de los excesos de ciertos medios. Se habla de entre seiscientas y varios miles de víctimas de tan vergonzosos métodos de obtener información, muchas de las cuales se sintieron acosadas y traumatizadas.

Y algunos de los damnificados por las escuchas, entre ellos el actor Hugh Grant, hartos de esos abusos decidieron crear un grupo de presión que bautizaron Hacked Off, que ha sido determinante a la hora de convencer a los partidos, tanto los dos del Gobierno -tories y liberaldemócratas- como a los laboristas, de la urgencia de tomar cartas en el asunto.

Y los tres partidos, en una reunión nocturna a la que asistieron representantes de Hacked Off, pero absurdamente ninguno de la industria periodística, decidieron, sobre la base de las recomendaciones de la llamada comisión Leveson, establecer un supervisor independiente que se encargará de vigilar la aplicación de un muy estricto código ético, que incluye mecanismos de arbitraje gratuito y de gestión rápida de quejas.

Ese organismo se instituye mediante lo que se conoce allí como "Royal Charter" (cédula real). Se trata de un documento oficial otorgado por la Reina, con origen en la Edad Media y con el que se han creado en el pasado desde distintas Universidades hasta la propia BBC.

No es propiamente una ley, pero está complementado con dos enmiendas a piezas legislativas, que determinan el contenido del nuevo estatuto y establecen que para su modificación es necesaria una mayoría de los dos tercios de los miembros de ambas cámaras del Parlamento.

Los medios, sobre todo los conservadores, principal sostén hasta ahora del primer ministro, David Cameron, han puesto el grito en el cielo por lo que consideran una intolerable intromisión política.

Se trata, argumentan, de un ataque sin precedentes a la libertad de prensa. La propia Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa lo ha criticado con el argumento de que el escándalo de las escuchas ilegales no debería utilizarse como pretexto para restringir esa libertad tan fundamental en una democracia.

Algunas publicaciones conservadoras como la revista The Spectator han anunciado que no se adherirán al código, que podría imponer multas de hasta un millón de libras, obligará a presentar disculpas por las eventuales falsedades y a publicar rectificaciones en un lugar muy destacado.

Los periódicos son ciertamente libres de adherirse o no, pero en caso de que no lo hagan, los jueces pueden someterlos a graves penalizaciones si se llega a un pleito.

El crítico más furibundo ha sido el alcalde de Londres, el "tory" Boris Johnson, en quien algunos ven un posible sustituto del actual primer ministro si éste sigue desgastándose políticamente como sin duda va a suceder.

En una contribución publicada en el conservador, aunque muy serio, "The Daily Telegraph", Johnson hacía un canto a la libertad de prensa, la libertad de "gritarte al poder las verdades, ridiculizar, satirizar, vilipendiar incluso, y sacar a la luz los delitos".

Desde una visión capitalista del papel de los medios y como el firme defensor que es de la poderosa City de Londres, Johnson atribuía en su artículo a la tradicional libertad de la prensa británica y a su negativa a dejarse "intimidar o amedrentar" por quienquiera que sea el que puedan hacerse allí negocios "libres de riesgos" y pueda "crearse riqueza".

Nada dado al típico "understatement" de sus compatriotas, ese volcánico descendiente de un ministro turco del imperio otomano y educado en las elitistas Eton y Oxford, afirmaba textualmente que para "mantener limpias las cloacas de la vida pública se necesita una prensa cloaca". Es cuestión de elegir.