¡Queridísimos fieles de la Iglesia en Ourense!

Hace unos días me reuní con un grupo de sacerdotes, representantes de diferentes instituciones de la ciudad, con los responsables de las cofradías y fraternidades, así como con algunos miembros pertenecientes a grupos y movimientos seglares. La finalidad del encuentro era preparar juntos la Semana Santa, de manera especial quería invitarles a ¡salir a la calle!; es decir, hacer presentes en nuestras calles la belleza de los misterios que celebramos en nuestros templos.

Cuando me disponía a escribiros esta carta me encontré con una exhortación del Papa Francisco que, siendo todavía cardenal-arzobispo de Buenos Aires, les escribía a los diocesanos, también para preparar esta Semana Santa de 2013, lo siguiente:

Hace años que todos trabajamos por lograr que la Iglesia esté en la calle tratando que se manifieste más la presencia de Jesús vivo. Es el esfuerzo de vivir aquello que rezamos tantas veces en la misa "que todos los miembros de la Iglesia sepamos discernir los signos de los tiempos y crezcamos en la fidelidad al Evangelio; que nos preocupemos de compartir en la caridad las angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de los hombres, y así les mostremos el camino de la salvación". En mayor o menor medida muchas comunidades aceptaron ese desafío. (?) Todos sabemos que la realidad de nuestras parroquias resulta acotada en relación a la cantidad de personas que hay y a las que no llegamos. La Iglesia que nos llama constantemente a una nueva evangelización nos pide poner gestos concretos que manifiesten la unción que hemos recibido. La permanencia en la unción se define en el caminar y en el hacer. Un hacer que no sólo son hechos sino un estilo que busca y desea poder participar del estilo de Jesús. El "hacerse todo a todos para ganar a algunos para Cristo" va por este lado.

Proseguía el que ahora es nuestro Papa: "Salir, compartir y anunciar, sin lugar a dudas, exige una ascesis de renuncia que es la parte de la conversión pastoral. El miedo o el cansancio nos pueden jugar una mala pasada, llevándonos a que nos quedemos con lo ya conocido que no ofrece dificultades, nos da una escenografía parcial de la realidad y nos deja tranquilos. Otras veces podemos caer en el encierro perfeccionista que nos aísla de los otros con excusas tales como: "Tengo mucho trabajo", "no tengo gente", "si hacemos esto o aquello ¿quién hace las cosas de la parroquia?", etc. (?) La vida de nuestros fieles se renueva cuando experimentan la belleza y alegría de acercarse a los hermanos para compartir la fe".

Os invito, pues, a que salgáis a las calles y acompañéis los pasos de Semana Santa, ¡es una forma de evangelizar! A través de la belleza plástica de las imágenes que reflejan instantes concretos de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, ¡estamos evangelizando!; por medio de la participación activa y bien coordinada en las procesiones damos testimonio de nuestra fe, una fe que, imbricada en la cultura y en el arte de esta ciudad, hace que nuestros conciudadanos se asomen al misterio redentor de un Dios que por amor a toda la humanidad, ¡a todos!, se entregó en el Misterio redentor de la Cruz.

Es necesario salir a las calles, porque también en y por ellas transcurren nuestras vidas y quehaceres cotidianos. También en medio de ellas tenemos que convertirnos en testigos vivos y valientes de un Cristo vivo.

Las puertas de nuestros templos no sólo se abren para que los que quieran puedan entrar, sino que están abiertas para que salgamos fuera y nos acerquemos a aquellos conciudadanos que se han alejado de nuestras iglesias, que no entran ni para rezar, que rechazan todo lo eclesial como un producto trasnochado y sin valor que hay que erradicar del entramado social porque es nocivo para las nuevas generaciones. "Lo cristiano" quieren convertirlo en algo que hay que tolerar pero que conviene tener bien controlado dentro de las fronteras de los templos. ¡No! En una sociedad auténticamente libre y democrática, también las calles son nuestras, porque como ciudadanos iguales a los demás, sin buscar ni pretender privilegios, en y por ellas se despliegan todas las actividades que realizamos.

Os invito, pues, a que participéis en la Procesión del Domingo de Ramos -la de la Borriquilla- y asistáis a la Eucaristía de ese día de fiesta en la Catedral. Que no falte vuestra presencia en la procesión del Viernes Santo, que es una expresión externa de nuestra fe en Aquél que pasa por su pasión y muerte como camino redentor de toda la humanidad. Estas manifestaciones de piedad concluyen con la procesión de Santa María Nai, patrona de esta Diócesis y de la ciudad, que, Dios mediante, celebraremos el Domingo de Pascua.

Os invito a que de meros espectadores os convirtáis en actores principales de estos momentos de nuestra fe. Como siempre, deseo pediros que recéis por mí y por esta Iglesia que peregrina en la fe por estas nobles tierras de Ourense.

Os bendice con afecto.

(*) Obispo de Ourense