Günter Wallraff, el periodista alemán que se infiltró, tras adoptar una identidad falsa, en la redacción del diario sensacionalista Bild y reveló sus repugnantes métodos, ha emprendido una particular cruzada contra Amazon.

El reportero y autor de varios libros ha anunciado que su editorial, Kiepenheuer & Wirtsch, no permitirá a la multinacional estadounidense distribuir ninguno de sus títulos.

Wallraff ha querido denunciar las duras condiciones de trabajo a las que supuestamente somete al personal que tiene empleado en los almacenes desde los que distribuye los libros a todo el mundo.

Según han contado ellos mismos al reportero, los trabajadores sufren un control implacable, corren por los pasillos de los almacenes entre 20 y 25 kilómetros al día con una única pausa de media hora. Se quejan además de que no pueden llevar consigo comida ni bebidas.

Pero Wallraff no critica sólo el trato que Amazon da a los trabajadores sino también su posición de monopolio, que pone en peligro la "diversidad cultural", esa que tanto se empeña en defender Francia, pero que a nuestros gobernantes, tan liberales ellos, no parece importarles demasiado.

Va a llegar un momento, teme el autor alemán, en que Amazon va a poder decidir, sobre todo gracias al libro electrónico, qué lee la gente en todo el mundo. Un poco lo que ocurre desde hace lustros en el cine con la poderosa industria de distribución cinematográfica de Estados Unidos.

Wallraff insta por eso a los amantes de la literatura a no dejarse ofuscar por las ofertas de Amazon, por los descuentos que hace la distribuidora o la comodidad de recibir los libros en casa porque al final el amante de la buena literatura, el interesado por la ensayística, saldrán perdiendo.

"Yo siempre pido los libros que quiero al librero de la esquina. Y muchas veces los consigo el mismo día", explica el reportero.

Los estragos que causa Amazon en el mundo de las librerías se están viendo ya en Estados Unidos, país en el que se han visto obligadas a cerrar unos 2.000 establecimientos.

Esta tendencia no puede sino acelerarse con la llegada del libro electrónico: el gigante de Seattle controla ya el 60 por ciento de este sector. Y mientras tanto ha puesto el ojo en el mundo editorial y ha comenzado a publicar también títulos.

Morgan Entrekin, el hombre a la cabeza de Grove/Atlantic, la mayor editorial independiente estadounidense, parece no haber perdido todas las ilusiones: "Espero que (Jeff Bezos, el fundador de Amazon) entienda que el éxito no es acabar con todos sus competidores. Debería comprender que tiene también una gran responsabilidad social: si se apresta a controlar la distribución de la información en nuestra sociedad, debe medir las consecuencias".

Pero como señala con frialdad Nick Hanauer, un millonario de Seattle que fue uno de los primeros inversores en Amazon, citado por el semanario francés "Le Nouvel Observateur": "A Jeff le tiene sin cuidado la suerte que puedan correr las pequeñas librerías de provincias. Deja que el mercado haga su propia selección".

Es darwinismo capitalista en estado puro. La misma estrategia seguida por Google, por Apple, por Facebook. Empresas que sólo buscan deshacerse de sus competidores, crear valor para sus accionistas y evitar en lo posible el pago de impuestos allí donde obtienen sus mayores beneficios.