Se quiere que los futbolistas sean modelos que los jóvenes puedan seguir, pero no hay manera, vista la velocidad a la que circulan. Benzema, a 216 kilómetros por hora; Essien, a 150 por la M-40; Ballack, a 211 por una autovía extremeña. A Casillas lo fotografiaron conduciendo con un brazo escayolado y a Piqué y a Shakira llevando a su bebé en el coche como si fuera el bolso de una anciana en un mercadillo. Marcelo circuló sin puntos. Hay queja por las infracciones de quienes -se dice- han de ser modelos para los jóvenes. Sin renunciar a la ambición, mejor si siguen modelos más modestos, austeros, se diría.

Los futbolistas ya son un modelo para los que tienen en los futbolistas un modelo. Pueden compartir el número y modelo de la camiseta -uno cobrando un dineral por sudarla y otro pagando un dineral por vestirla-, copiarles la funda del iPhone y cosas así. Lo demás es muy difícil. Cuando un futbolista está a punto de dejar la carrera profesional un joven español es probable que no la haya empezado. Lo que el Barça ha hecho con Messi, garantizándole un contrato hasta su jubilación y con renegociaciones al alza, no lo da hoy ni la Administración del Estado, oposición mediante. Los futbolistas trabajan, y no con poco esfuerzo, pero a lo suyo se le llama jugar, y eso coincide con la situación de tantos jóvenes en que ni estudian ni trabajan pero sólo nominalmente. Antes no podían trabajar porque no había empleo; ahora tampoco pueden estudiar según qué cosas porque han subido las tasas y se nota el descenso en las matrículas.

Los futbolistas son utilizados como ejemplo por los economistas liberales para justificar los sueldazos, primas y paracaídas de oro de los altos ejecutivos. Unos y otros "generan riqueza" y, por tanto, es justo que se lleven su parte, dicen. La desproporción de ingresos de los altos ejecutivos está en boca de todos. De la de los futbolistas ni intentes hablar.