A falta del don de profecía -que según Santo Tomás de Aquino es de tres clases: de denuncia, de presentimiento y de predestinación-, el pueblo, sea o no de Dios, se arroja a las casas de apuestas en internet y vota cualquier cosa. De ahí que en algunas de ellas figuren como próximo Papa: Bono, de U2, Mourinho, Madonna, Berlusconi o la presentadora estadounidense Oprah Winfrey.

En un peldaño superior de circunspección, los diarios que han ofrecido a sus lectores electrónicos la posibilidad de votar obtuvieron resultados como este del "Corriere della Sera": O'Malley (EE UU), 38.8% de posibilidades; Scola (Italia), 16.3%; Tagle (Filipinas), 13.1%; Ravasi (Italia), 9.8%; Scherer (Brasil), 8.2%; Dolan (EE UU), 3.5%; Ouellet (Canadá), 2.9%; Erdo (Hungría), 2.1%. Y en un escalón más arriba, un sondeo entre vaticanistas y observadores eclesiales de diferentes medios italianos condujo a la página web YouTrend.it -dedicada a las tendencias sociales-, al siguiente resultado: Scola, 34%; Dolan, 10,6%; Ouellet, 9,3%; Scherer (Brasil), 8,7%; O'Malley, 7,9%; Tagle, 4,5%, y Erdo, 3,6%.

Esta última encuesta, como decimos, se basa en la opinión de especialistas con cierta cualificación en materia de Iglesia, lo cual no significa que sea un fiel reflejo de lo que circule por la mente de los 115 cardenales del cónclave. Es más: lo que suceda en la mente de un cardenal es poca cosa, pues las elecciones papales de las últimas décadas apuntan a una mecánica consistente en que la primera votación -con resultado ayer de fumata negra, como era de esperar-, viene a ser una fijación de posiciones, un retrato del punto de partida y el arranque del reposicionamiento mental de cada purpurado. Dicho de otro modo, los cardenales -aunque también puede haber príncipes de la Iglesia especialmente tozudos-, no entran en la Sixtina con un sólo nombre en la cabeza.

Tomemos ahora otro punto de vista: el de la duración del cónclave. Es difícil pensar que los cardenales deseen una cita larga. Tal circunstancia podría interpretarse en el sentido de que el estado de la Iglesia se halla muy oscuro, o tan dañado que elegir al sucesor de Pedro resulta tarea titánica.

Pero un cónclave breve significa dos cosas: o un candidato claro con apoyos cuantiosos desde el primer momento, o un proceso de sacrificios de dos tipos: personales y grupales. Sacrificio personal fue el del cardenal jesuita Bergoglio en el cónclave de 2005, que según filtraciones fiables dijo a quienes le respaldaban que cesasen en votarle y escribieran en sus papeletas el nombre de Ratzinger. Y sacrificio grupal, sería, por poner un caso, el del partido curial cuando contemple que un "outsider" cobra fuerza en los escrutinios. Adviértase que el nuevo Papa ha de ser elegido con el respaldo al menos de 77 votos -dos tercios-, lo que significa que hasta 115 electores hay una diferencia de 38 votantes, es decir, un grupo fuerte de cardenales, de unos 40, podría bloquear continuadamente la elección. Pero no creemos que eso vaya a suceder.

¿Y a quién elegirán? No tenemos don de profecía, ni siquiera el de la profecía de presentimiento, que según el aquinate se produce cuando Dios revela sucesos del futuro que dependen de una libre decisión humana.

Pero si es cierto lo que ha declarado el cardenal Barbarin -que hay una docena de elegibles y no un candidato claro-, tendemos a pensar que puede operar el factor de elegir a quien cause menor rechazo. Esto puede parecer una perogrullada, pero examinemos la hipótesis aludida estos días de que los cardenales debatan entre un Papa "sheriff" o un Papa "pastor" (según expresión de un vaticanista estadounidense, el jesuita Thomas Reese). ¿Qué grupo humano elige un dirigente enérgico que pueda poner en jaque sus posiciones en el interior de la institución a la que pertenecen? Ese sí que sería un sacrificio inmenso. En consecuencia, digamos un nombre, aunque sólo sea por aproximación: Ouellet. Su estilo trabajador, humilde, equilibrado, no causa rechazos. Además, su trayectoria vital es amplia: nacido en Canadá en 1944, es sacerdote de desde 1968. Enseña Teología en Colombia e ingresa en una orden religiosa, la Sociedad de Sacerdotes de San Sulpicio. Se licencia en Filosofía en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino (Roma) y se doctora en Teología Dogmática por la Gregoriana.

Vuelve a Colombia como formador de sacerdotes y después continúa con esta tarea en Montreal y Edmonton. También enseñó en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. Arzobispo de Québec en 2002 y cardenal en 2003. En 2010 Benedicto XVI lo nombra prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Habla seis lenguas: francés, inglés, español, portugués, italiano y alemán. Teólogo de prestigio, dicen que vendría a ser un calco de Benedicto XVI, lo cual es una arma de doble filo: ¿un Papa tímido y humilde, es decir, no temiblemente enérgico, pero conocedor de la curia y de otras muchas realidades? Curial moderado, pero también misionero en Latinoamérica. "Outsider", pero también "insider". Teólogo, pero también pastor.

Dicho sea todo ello salvo opinión mejor fundada.