Durante la segunda República los moderados conservadores, los liberales, republicanos y socialistas, que estaban de acuerdo en aspectos tan fundamentales como el sistema parlamentario representativo y los derechos individuales, civiles y políticos, y que configuraban el arco de partidos y sensibilidades políticas que podían haber estructurado el nuevo régimen a través de la cooperación y de la confrontación dialogada, tolerante y respetuosa, se fueron por un lado polarizando en dos grandes bloques, derechas e izquierdas, que dividían a su vez a la población (sobre todo a los jóvenes) cada vez más presionada por las ideas y soluciones más simples y radicales de los extremistas que al final la llevarían a la confrontación social. Por otro, y contradictoriamente, se fueron atomizando y resaltando sus diferencias, sobre todo en el bando conservador: monárquicos, agrarios, católicos, patriotas, posibilistas, republicanos, etc.

En la conocida clasificación de sistemas elaborada por Sartori, en la España de la segunda República se daría el caso denominado "pluralismo polarizado", que se caracteriza por la presencia de partidos antisistema con un fuerte componente deslegitimador del régimen político; la existencia de dos oposiciones excluyentes entre sí que presionan y debilitan a los partidos ubicados en el centro y la moderación; tienen una estructuración ideológica tan distante que no solo están separados por cuestiones políticas concretas, sino también por diferencias fundamentales y de principio; y, finalmente, hay la presencia de "oposiciones irresponsables", en circunstancias normales excluidas del poder, que contribuyen a generar unas expectativas muy ambiciosas o promesas excesivas. En este sistema, el número de partidos importantes suele ser superior a cinco, con una distancia ideológica muy elevada. En general estos sistemas "son muy vulnerables a las presiones externas y a los conflictos internos como respuesta a las posturas muy ideologizadas y con frecuencia irresponsables de la oposición antisistema".