Gran parte de la gente está con el agua al cuello o en la economía sumergida, y por uno o por otro no hacemos más que decepcionar. "En España no se produce un estallido social porque hay mucha economía sumergida". Esto no lo dicen los partidarios del estallido, sino los defensores de los expedientes de regulación, del despido barato, del adelgazamiento de la Administración, de todo lo que se hace con una reforma laboral tan eficaz como la actual, que no fue pensada para crear empleo, sino para abaratar la mano de obra creando mano de sobra.

No encontrarás a nadie que se declare a favor de la economía sumergida, pero sí a muchos partidarios de no pagar impuestos ni cotizaciones sociales. Son los mismos que aseguran que el sistema de salud y el de protección social no se pueden sostener con lo que recauda. Otra vez gente decepcionada porque, de lo que pagan los impuestos, solo encuentran útiles las ayudas a los bancos, las inversiones en infraestructuras que puedan desarrollar grandes empresas y la Policía que reprima el estallido social que tanto parece frustrarles que no llegue.

La economía sumergida produce dinero negro que en pequeñas cantidades ayuda a comer y -qué decepción- corta el reguero de pólvora y desactiva el estallido social, y en grandes cantidades exige, cada cierto tiempo, una regularización, sea por la vía del mercado -cuando entró el euro y los ricos se regalaron toda la piel, joyas...- o por la de la amnistía fiscal.

¡La amnistía fiscal es tan decepcionante! Cristóbal Montoro es el ministro de Hacienda que habla de los deberes fiscales como si estuviera en la oposición. Hay que llegar a IU para oír discursos tan ásperos contra los ricos que no pagan impuestos como los suyos. Nadie señala con el dedo acusador más a los incumplidores y, sin embargo, su aportación desde el Ministerio ha sido la amnistía fiscal. He ahí un hombre decepcionado.