En China, donde hay problemas de superpoblación, no está, increíblemente, legalizado el matrimonio homosexual. ¡Qué tontos, sabiendo como saben que este tipo de unión no garantiza la pervivencia de la especie! A ver si se acerca Jorge Fernández Díaz, nuestro lúcido ministro del Interior, y se lo explica:

-Si queréis que las parejas solo tengan un hijo, o ninguno, como el del chiste, que había ido a Nueva York una vez, o ninguna, debéis promocionar las bodas entre personas del mismo sexo. España se está despoblando gracias a este tipo de enlaces.

España no se está despoblando. En todo caso, si la gente evita la procreación, es porque no tiene trabajo, ni subsidios, ni incentivos, ni futuro. Todo se lo ha arrebatado, o está en vías de arrebatárselo, el Gobierno del que forma parte Jorge Fernández Díaz. De forma que si los chinos habían pensado ingenuamente que podrían derogar la ley del hijo único cambiándola por la del matrimonio gai, que se lo vayan quitando de la cabeza. El ministro del Interior mintió como mintió poco después monseñor Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal, al apuntarse a la misma idea. A ver si monseñor Camino, tan preocupado por los problemas de Interior (tendrían que hacerle subsecretario) se pronuncia un día de estos sobre el diseño que la Troika ha pensado para este país. Un diseño que condena a la exclusión social a los pobres y arrastra a la pobreza a las clases medias.

Pero que no cunda el pánico. Otro modo que pueden emplear los chinos para controlar la natalidad es abrazar el celibato. No tienen más que hacerse curas o monjas. Desde esa posición, además, pueden darse el lujo de defender la existencia de familias numerosas. La Iglesia, cuyos componentes se prohíben a sí mismos tener hijos, se los impone a los demás, y en cantidades industriales mejor que al por menor. Incomprensiblemente, no se ven en la necesidad de predicar con el ejemplo. Ya lo saben, señores chinos: bastaría con que la mitad de su población se hiciera cura para solucionar el problema. De paso, animarían los cónclaves, que son poco numerosos. Lo que tienen los grandes pensadores como Fernández Díaz es que a partir de sus reflexiones te puedes montar las tuyas.