He aprovechado las noticias sobre el caótico resultado de las últimas elecciones italianas para repasar las "Cartas luteranas", de Pier Paolo Pasolini (1922-1975). Y me he preguntado que habría pensado aquel gran poeta, novelista y cineasta del estado actual de su país.

Denunciaba un amargo Pasolini en sus Cartas, escritas en 1975, poco antes de su brutal y nunca esclarecido asesinato en la playa romana de Ostia, el mal gobierno, la falsa tolerancia, el consumismo corruptor y una ideología hedonista promovida por la televisión. Y se lamentaba de que ello hubiese resultado en la feroz destrucción de los valores populares y un deterioro antropológico, ecológico y civil de consecuencias desastrosas.

Soñaba con hacerles un "proceso" a los "corruptos" e "ineptos" que gobernaba entonces una Italia dominada por la Democracia Cristiana de Giulio Andreotti y Amintore Fanfani aunque era al mismo tiempo plenamente consciente de que eso sería imposible reformar el poder sin reformar antes al propio pueblo, a los italianos.

El autor de "Las Cenizas de Gramsci" no alcanzó a ser testigo de los escándalos de corrupción política y económica conocidos como "Tangentopoli" o de los procesos de "Mani pulite" (Manos Limpias), a los que dieron lugar. Ni tampoco de la vergonzosa huida a Tánger del ex primer ministro socialdemócrata Bettino Craxi para escapar de la justicia italiana, que le perseguía también por corrupción. O de la rehabilitación póstuma de ese mismo Craxi por otro corrupto como Silvio Berlusconi, unos años más tarde.

¿Qué habría pensado aquel intelectual comprometido de lo que sucede hoy en su país? ¿Qué diría de la resurrección de un Berlusconi al que hace sólo unos meses todos daban por políticamente muerto? ¿Qué diría de sus "veline", de sus escándalos sexuales, de sus obscenas maniobras para impedir la acción de la justicia contra su persona, del abuso de los medios que controla?

Otro intelectual actual, Roberto Saviano, amenazado de muerte desde que publicó en 2006 "Gomorra", su libro en torno a la camorra de la Campania, denunciaba en el último número de la revista "L'Espresso" la persistencia y extensión de prácticas corruptas en Italia.

Se refería en concreto a la compra de votos por los partidos, fenómeno que no se limita ya al Sur atrasado y mafioso sino que se ha exportado también al Norte, a regiones como la de Lombardía, dominada por la economía de servicios y feudo hasta hace poco de la separatista y racista Lega Nord.

Saviano ha recogido a través de Facebook los testimonios de electores de distintas partes del país que cuentan cómo se han comprado votos con promesas de trabajo, de iluminación de un barrio, de adelantamiento de una cita un médico, o contra la entrega de bombonas de butano, un bono para gasolina, un teléfono móvil o simplemente a cambio de dinero en efectivo: cincuenta euros en algunos casos.

Ya dijo en su día el filósofo Benedetto Croce que en su país la Contrarreforma no había seguido a ninguna reforma. Los políticos se dedican de nuevo a vender indulgencias. Y en ese negocio, como explica Saviano, vale todo.

Muchos italianos ven en efecto a su Estado como un Estado "ladrón", al que es por tanto lícito engañar o, en su caso, ordeñar. Es lo que han visto hacer durante años a Berlusconi y los suyos, pero también a los políticos de otros partidos. Y es lo que explica el que éstos no tengan muchas veces el mínimo pudor a la hora de incluir a imputados por la justicia en sus listas electorales o que resulten votados una y otra vez a políticos corruptos. ¿No nos resulta esto también muy familiar a los españoles?

Queda por ver si el éxito electoral del cómico Beppe Grillo y esa sopa de letras que es el Movimiento Cinque Stelle van a suponer la bocanada de aire fresco en el Parlamento que auguran algunos, o si, como temen los más, harán todavía más ingobernable el país.

Grillo, que no ocupará personalmente ningún escaño, ha llenado durante la campaña las plazas con su verbo fácil y demagógico, pero el Parlamento es otra cosa. Allí no bastan los eslóganes fáciles o los improperios contra los políticos, los bancos, Europa o la Alemania de Angela Merkel. Allí habrá que dar respuestas a problemas concretos.

Y la pregunta que se hacen ya todos es si los "grillini" serán en las cámaras legislativas un ejército compacto o, lo que es más probable dada su heterogeneidad social, profesional e ideológica, votará cada uno según su leal saber y entender, de acuerdo con su conciencia.

No lo tendrá en ningún caso nada fácil el excomunista y candidato a primer ministro Pier Luigi Bersani, situado como estará entre la espada de Cinque Stelle y la pared del Pueblo de la Libertad, de Berlusconi.

Pero la política no volverá a ser ya igual. ¿Qué pensaría también de esto Pasolini?