Más de la mitad de los italianos ha seguido a dos líderes contrarios a la disciplina europea: Berlusconi y Beppe Grillo. Da igual que sea solo una pose para obtener votos: la peineta transalpina a las exigencias del norte ha sido clara, y se refuerza con el pésimo resultado de Mario Monti: una cosa era respetarlo como técnico y otra dar confianza política al enviado de Merkel.

Justamente el lunes, "The Wall Street Journal" publicaba una conversación con Bernard Connolly, hoy consultor privado en Nueva York, que perdió su plaza como alto funcionario de la Comisión Europea al publicar "The rotten heart of Europe: the dirty war for Europe's money", un rotundo alegato contra la moneda única. Aunque el motivo de la entrevista era la reedición del libro, la coincidencia de fechas provocó que alguna de sus reflexiones fuera de aplicación solo unas horas más tarde, cuando fueron llegando resultados fiables de los comicios italianos. Y es que, según Connolly, la crisis de la zona euro está lejos de aproximarse a su salida, porque no se ha abordado el gran problema subyacente: la pérdida de competitividad de algunos países a causa de la burbuja que se infló cuando el euro les trajo una caída brusca de las tasas de interés. La dificultad para hacer frente a la situación lleva a un dilema diabólico: o Alemania dedica cada año un 10% de su PIB a transferencias a los países en dificultades, a los que se podría añadir Francia, o la situación de empresas y familias en países como España o Grecia se degradará tanto que los votantes optarán por mandarlo todo a paseo. Incluso el euro. El europesimista Connolly no citaba a Italia, pero ha sido justo ahí donde ha estallado la bomba. El sistema electoral hace recaer el encargo de formar gobierno en un centro-izquierda eurorresponsable, pero las otras dos grandes fuerzas han jugado más o menos con la idea de mandarlo todo a paseo. Y las señales que llegan de la metrópoli no ayudan nada a calmar los ánimos.

El presidente Giorgio Napolitano ha anulado una cena con el líder de la socialdemocracia germana, Peer Steinbrück, después de que este llamara "payasos" a Grillo y a Berlusconi. Italia tiene su corazoncito: se considera heredera del Imperio Romano, poseedora de una historia envidiable, cuna de la civilización, y potencia industrial de primer orden. No es fácil que los italianos admitan órdenes alemanas, y menos si se envuelven con ofensas. En esto España es diferente. La tendencia a la autoculpa la lleva a aceptar con notoria mansedumbre los dictados de Bruselas. Al fin y al cabo, está agradecida de que le permitan formar parte del club. Esto, y que en realidad solo obedece a medias.