No más tiempo sin asumir la responsabilidad que el ejercicio del gobierno impone y que Cataluña, como precioso e imprescindible eslabón de la cadena española, exige. La osada manía de dar lecciones de desfachatez que viene protagonizando D. Arturo requiere que se le ponga firme advirtiéndole : "No, Mas. Usted no puede seguir gozando de una intocable impunidad", porque nuestra Constitución, la que nos hemos dado los españoles, en los artículos 144 y 155 señala los límites fronterizos entre los derechos y los deberes de la administración autonómica. No son precisamente los ilusorios límites que usted quiere propiciar entre Cataluña y el resto de España.

He utilizado el término desfachatez y no me arrepiento porque es lo menos que se puede atribuir al declarado propósito de actuar con ilegalidad, poner fascista coto al movimiento de capitales, despreciar la bandera común a todos los españoles y por ello de los catalanes, o ejecutar un burdo juego del escondite con la fotografía del Jefe del Estado.

El cumplimiento de la ley atañe a todos los ciudadanos y a los cargos que desempeñan y quienes la vulneran cometen un delito, más grave y vituperable cuando es imputable al que por razones de gobierno está especialmente obligado a cumplirla y hacerla cumplir. Recordemos que no se puede convocar un referéndum sin previa autorización y que existen explicitados procedimientos para obligar a cumplir con la ley de leyes que es la Constitución.

Los rumores sobre la prohibición de sacar dinero de Cataluña produce perplejidad, pues el control no parece fácil. ¿Qué pasaría si un catalán compra un piso en Madrid y lo paga con un talón contra su cuenta corriente en Barcelona? Y es posible que el control tenga previstas excepciones para cuando el destino sea Suiza.

Otra falta, por no respetar el ordenamiento establecido e incluso por un desdén de mala educación, es que en actos oficiales y en el despacho del Presidente aparezcan las banderas catalana y europea, pero no la española. Incumplimiento de la legalidad que no conduce a ninguna parte, ya que por mucha pleitesía que quiera rendir a la Comunidad no tiene la más mínima posibilidad de formar parte de ella sin el cobijo de España

Ocultar el retrato del Rey, que tiene tanto de grave desacato como de pueril jugarreta, acabó siendo una confesión de falacia y cobardía, al no atreverse a decir la verdad de sus intenciones y escudarse en que se originó por la decoración preparada para su toma de posesión. Todo un insulto a la inteligencia.

Y todo un cúmulo de despropósitos que no le impiden alargar la mano para asir los millones de euros que proceden de las arcas de la opresora España. ¡La pela es la pela!.

Evidentemente aparecen muchos resortes para activar los motores de la Constitución y hay que asumir sus consecuencias. No se puede ignorar el riesgo que aportaría la lícita utilización de drásticos mecanismos y que los infractores, los que provocaría tal utilización, la denunciarían como un ataque del "opresor". Pero no hacerlo, además de incumplir con una obligación de gobierno, tendría un resultado mucho peor.

Sin perder de vista el horizonte de la meta a alcanzar sería plausible intentar con un franco diálogo mantener las coordenadas de la legalidad y la lógica sin renunciar a que, si no se logra --tras un inequívoco "No, Mas; no más especulaciones"- se actúe con la firmeza que el imperativo de la ley exige. Dura lex sed lex.