Cuando era niño, Sergio sufrió un golpe en la cabeza. No perdió el conocimiento pero tuvo una hora de vida en blanco hasta que volvió a ser consciente. O soñó que volvía a estarlo. Quizá no volvió al mundo real y su vida a partir de entonces no es más que una ensoñación. Y ninguno de los que le conocen sería real.

La familia de Diego era tan pobre que en lugar de gomas usaba migas de pan para borrar. Cuando cobró su primer sueldo fue a una papelería y compró diez gomas de distintos olores y colores. La dependienta nunca había visto a un hombre tan feliz.

Amparo sumerge la cara cada mañana en agua helada durante dos minutos. Lo aprendió de su abuela. Si les dejas claro a las arrugas que sabes sufrir te respetarán, le decía.

Marián se enamoró de Hugo cuando le vio fregar los platos de la cena rodeado de burbujas que le daban un aspecto pintoresco, infantil y extraterrestre, capacitado para ahuyentar la suciedad con una sola gota de pócima verde.

El hijo de Mario llama "piedras transparentes" a las gotas de agua. Tiene cinco años y ya es mejor escritor que su padre.

Grandes verdades sobre Andrés: cuando tenía seis años robó unas fichas en los coches de choque de uno que se estropeó y salieron despedidas. Echó a correr con ellas. Lo malo es que luego no se atrevió a volver para usarlas, no fueran a reconocerle. Un robo estéril.

Grandes verdades sobre Alberto: con siete años estaba enamorado de su vecina del 5º, Susanita, y una mañana en la que quedaron solos en casa la encerró en la despensa sin saber que ella odiaba la oscuridad y las prisiones. Cómo gritaba la pobre. Nunca le perdonó.

A Marlén le gustan las bocas de riesgo.

"Sólo el misterio nos hace vivir", dijo Federico García Lorca. Sonia hizo suyas esas palabras ajenas.

Después de desmaquillarse, Sandra descubrió que se había quedado sin rostro.