El premio Nobel de Economía Paul Krugman ha asegurado recientemente que "el euro solo será viable si la Unión Europea se convierte en algo mucho más parecido a un país unificado". La idea de crear unos "Estados Unidos de Europa" puede haber estado en las mentes de los intelectuales europeístas en algún momento, sin embargo, el modo en que nació este proyecto europeo a mediados del S.XX, en plena Guerra Fría, fue diferente. Siempre se puso por delante la primacía del mercado sobre la política. Primero, construir un mercado común, y después, poco a poco, con altibajos, un proyecto político que en estos momentos se enfrenta a su mayor desafío, a su continuidad.

Que la actual crisis lleva aparejada un sentimiento de profunda desafección por la UE por una parte muy significativa de la propia sociedad europea no es un secreto. El modo en que desde Bruselas €capital comunitaria€, Berlín €motor económico de una zona euro renqueante€ y Fráncfort €sede del BCE€, se está llevando la gestión de los asuntos económicos del continente, y muy especialmente de aquellos países que más están sufriendo esta profunda recesión a la que ya nadie se atreve a pronosticar un fin, siembra muchas dudas: ¿sobrevivirá el euro? ¿Cómo será la futura UE que salga de la crisis? ¿Actuará el BCE como la Reserva Federal de EE UU?

En opinión de Krugman, hay dos acciones que los líderes de la UE podrían llevar a cabo para aliviar la cada vez más insoportable carga de la deuda externa de los "países periféricos" €también llamados "PIIGS" por la prensa anglosajona€. La primera consistiría en intentar reducir los costes del préstamo en Europa. La segunda, "ofrecer a los deudores europeos el mismo tipo de oportunidad de escapar a sus problemas mediante la exportación que tuvo Alemania durante los años de bonanza".

Esto implicaría generar un auge económico en Alemania que imite el del sur de Europa entre 1999 y 2007 €que en España coincide con la gestación, desarrollo e inicio del colapso del "boom inmobiliario"€. Es decir, que Alemania tire del carro y ello conllevaría algo que es considerado anatema en los pasillos del Ministerio de Finanzas en Berlín: una subida temporal de la inflación.

? Inflación en Alemania

La tesis de Krugman es clara: "El euro no puede salvarse a menos que Alemania esté dispuesta a aceptar una inflación cosiderablemente más alta durante lo próximos años". Sin embargo, la canciller Merkel, que lleva dos años sufriendo reveses electorales en las sucesivas elecciones que se han realizado en los distintos Länder, no quiere oír ni hablar de tal posibilidad, y menos cuando falta poco más de un año para jugarse en las urnas su futuro al frente del Gobierno Federal.

Europa, y España particularmente, se enfrentan a un futuro difícil. Pasada la época en la que el ladrillo se enseñoreaba como la principal industria del país junto con el tradicional turismo y se obviaba la I+D+i que los países del norte de Europa potenciaron, nos encontramos con que de un tiempo a esta parte, los mismos que nos dieron dinero a espuertas para financiar la burbuja inmobiliaria, ahora han cerrado el grifo y exigen el pago de lo que se les debe. Y con intereses.

Puede ser peligroso de cara al futuro olvidar que la deuda principal de España es privada, no pública, y que privado fue el origen de esta crisis que lleva años socializando las pérdidas. Lo dice el propio Krugman con meridiana claridad, "en su mayoría, los grandes déficit presupuestarios son una consecuencia, no una causa de la crisis".

Insistir en políticas de recorte en contextos de recesión sin ni siquiera poner en marcha políticas de estímulo económico, lleva directamente al empobrecimiento generalizado de la población y a un constante deterioro de las condiciones de vida, así como a una mayor injusticia social.

La crisis económica también ha acabado derivando en un déficit democrático, al perder los gobiernos elegidos en las urnas el control sobre sus presupuestos, en manos de una economía fuertemente bancarizada y que prima la pura especulación frente a la economía real.

Es por ello por lo que recuperar la economía productiva y aligerar el yugo de la deuda externa cobran especial importancia. Sin reactivación económica buena parte de la zona euro seguirá languideciendo y la misma moneda seguirá en entredicho, alimentando la especulación bursátil y engordando las primas de riesgo. Se debe salvar el euro, sostiene Krugman, "porque un fracaso del euro no solo causaría problemas económicos, sería un golpe descomunal para el proyecto europeo en general, que ha traído la paz y la democracia a un continente con una historia trágica".