Así pues, a partir de la excelente noticia que para el país gallego supone la aprobación por el Banco de España del plan de futuro de NCG, y aún a falta de detalles importantes, parece llegada la hora de pasar página. Y, como ya se dijo –con acierto–, de dejar de mirar tanto al pasado, primero porque no tiene demasiado sentido y, segundo, porque hacerlo constantemente implica el riesgo de tropezar y caer de bruces.

(La propuesta resulta del todo compatible –algo que hay quien, por interés propio, pretende ocultar– con la necesidad de investigar qué ha ocurrido y quién fue responsable. Ese es el mejor método para evitar que se repitan errores y, a la vez, de asentar con la máxima credibilidad el futuro de una entidad que, planteada en solitario y con un tamaño adecuado no solo responde a la cultura bancaria gallega sino que atenderá mejor las cuestiones específicas de este Antiguo Reino.

Quedó dicho, y se mantiene, que la investigación ha de ser pública, completa, sin miedo y a fondo. Y por tanto ha de realizarse con el máximo rigor pero sin necesidad de estrépito y mucho menos de partidización. En ese sentido, el mejor servicio que pueden hacer al país los grupos parlamentarios que lo representan es comprometerse a actuar pensando en todos y no solo en ellos; no tienen costumbre de ello, pero no parece tarea imposible.

En esa línea, aunque desde otra óptica, habrá de pedirse a la Fiscalía –que anunció medidas penales sobre las preferentes– la cautela necesaria para buscar justicia para los afectados sin provocar daños colaterailes para los demás clientes. Porque una mayor erosión de la nueva marca por hechos de las anteriores sería, además de injusta, más dañina aún, y por eso habrán de ir con cuidado algunos a los que se les nota un notable afán mediático).

Dicho todo ello cabe añadir que para pasar página habrán de sumar esfuerzos no solo los citados sino todos los demás ciudadanos de este país, superando discrepancias y corrigiendo los errores que desde todos los sectores se han cometido. Porque no se trata de hacer borrón y cuenta nueva, pero sí de meditar y poner en el orden adecuado la prelación de intereses, y Galicia debe tener claro que un banco solvente, eficaz, de tamaño adecuado y al servicio de todos no solo es posible, sino un tesoro.

Y no importa demasiado que, al decirlo, parezca que se hace arenga o una renuncia de ideas: no es eso. Es que, tras la decisión del Banco de España, y de cara a consolidar el futuro, lo que urge es enviar un mensaje urbi et orbi inequívoco: que la defensa del Banco es, también, una cuestión de país.

¿O no?