La actividad pesquera gallega y su conglomerado industrial están sobreponiéndose mejor que ningún otro sector a la durísima crisis económica. Mientras muchos naufragan y la mayoría se desvive en taponar vías de agua para mantenerse a flote, la pesca, en su conjunto, crece en Galicia ininterrumpidamente desde 2009.

Su aportación al Producto Interior Bruto (PIB) de la comunidad ha aumentado en los últimos tres años hasta alcanzar el 4,4%. El pasado año su productividad mejoró un 3,9% y en los últimos doce meses ha creado 2.000 puestos de trabajo, la mitad de ellos en el primer trimestre de este año. El empleo que genera vuelve a estar por encima de los 20.000 ocupados, 6.000 de ellos solo en el Puerto de Vigo, el primero del mundo en movimiento de pesca para consumo humano. La facturación de las empresas relacionadas con la dársena viguesa aumentó en 2010 un 5%, hasta los 3.241 millones de euros.

Son los datos más relevantes y recientes tanto del Instituto Nacional de Estadística (INE) como del informe Ardán, adelantado por FARO y que Zona Franca presentará en los próximos días. En él se analiza el comportamiento de las 357 empresas pesqueras de Vigo y su área de influencia, desde las de extracción a las acuícolas pasando por las conserveras, las de productos frescos y congelados, los almacenes frigoríficos o las dedicadas a la comercialización y el transporte.

Los expertos del informe Ardán, que analiza 30.000 empresas de toda Galicia, ponen especial énfasis en una cualidad del sector pesquero con epicentro en Vigo: la de concentrar el mayor número de firmas con mejores prácticas, es decir, de mayor excelencia empresarial.

Con la que está cayendo, la pregunta ante este comportamiento resulta obvia: ¿Dónde radica el secreto de su buen comportamiento? La mayoría de los analistas coinciden en situarlo, fundamentalmente, en haber sido un sector pionero en la globalización, en haberse lanzado a captar el mercado exterior en todos los terrenos y con fórmulas tan imaginativas como el de las sociedades mixtas.

Cuando la crisis arreció, las principales firmas ya tenían abiertas esas ventanas al mundo que con tanto ahínco buscan ahora otros sectores y, consecuentemente, habían eludido la excesiva dependencia de un consumo interno, español y europeo, que ahora lastra con crudeza a sectores como el del automóvil, por ejemplo. Las exportaciones gallegas de productos relacionados con el mar no han dejado de crecer desde 2000, año en el cual alcanzaron los 675,6 millones de euros, con excepción del bache recesivo mundial de 2008. Y ese crecimiento continuo en las exportaciones ha dado como resultado que el pasado año superase, por primera vez en su historia, la barrera de los 1.000 millones de euros.

El punto de inflexión de la crisis para el sector pesquero, al menos hasta ahora, hay que buscarlo en ese bienio negro 2008/2009, sin duda el peor en décadas. El brutal incremento de los costes de producción, principalmente por la subida del combustible, la fuerte conflictividad, la caída de los precios y el desguace masivo de barcos configuraron un escenario angustioso en el cual se perdían dos afiliados diarios al Régimen Especial del Mar, hasta pasar de los 26.038 de 2007 a los citados 20.000 actuales.

El número de empresas en todos los apartados que abarca el sector se redujo considerablemente. Aquellas que estaban sobredimensionadas, excesivamente endeudadas, poco abiertas al exterior o con escasa capacidad de innovación, sucumbieron. Pero el resto han salido fortalecidas y han relanzado al sector en su conjunto, al menos a tenor de los datos disponibles a día de hoy. Si la tendencia se confirma, la pesca habrá venido a hacer bueno el aforismo de que toda crisis, si se aborda correctamente, lleva implícita una oportunidad.

Dejando al margen la delicada situación económica nacional, la principal amenaza viene ahora del exterior, en concreto de la nueva Política Pesquera Común (PPC) con la que Bruselas dice que quiere establecer un desarrollo sostenido. Empeñarse en basarlo en la reducción de las capturas, sin evaluar certeramente los recursos; negarse a revisar unos repartos establecidos para una unión de 10 estados, y no de 27 como ahora; oponerse a la libre circulación de bienes y derechos, en contra de lo que se hace con otros sectores; rechazar un marco de ayudas razonables para la modernización de barcos o ignorar la importancia de la relación ––en todos los ámbitos, incluido el arancelario–– con terceros países puede engendrar una PPC sumamente dañina para la pesca gallega.

Es necesario, así pues, una presión clara y constante sobre las autoridades comunitarias para evitar una regulación lesiva. Internamente también hay tarea que hacer. Por ejemplo, crear esa ventanilla única que simplifique y agilice los trámites para facilitar el comercio exterior. O apostar decididamente por la investigación en busca, entre otras muchas cosas, del pollo del mar, como gráficamente ha definido uno de los grandes del sector a ese pescado capaz en el futuro de nutrir con proteínas a la humanidad.

Objetivamente, el futuro es muy esperanzador, siempre que las regulaciones absurdas y las componendas políticas no den al traste con él. El mercado es inmenso, y, además, conocido. La exportación de pescado a Brasil, consumidor masivo de pollo, se multiplicó por tres entre 2009 y 2011, la misma tasa de crecimiento que experimentaron las ventas a México entre 2009 y 2010. En los últimos años se ha abierto camino es escenarios donde nunca antes lo había pisado, como Estados Unidos. Abanderado por Michelle Obama como una solución contra la obesidad infantil, el mercado norteamericano importó de Galicia en 2011 seis veces más en pescado y productos afines que en 2007.

Si algo material tiene Galicia en su esencia sin duda es el mar. Configura su alma y, al tiempo, se nos ofrece como una fuente inagotable de riqueza y bienestar. Su enorme impronta en la comunidad no se agota con la actividad pesquera, pero ésta la ejemplifica mejor que cualquier otra. Si ahora, además, nos marca un camino para salir de la crisis, deberíamos tenerla muy presente y actuar en consecuencia.