El escritor Jorge Martínez Reverte acaba de extraer del carcaj de la historia un episodio que sacudió al franquismo: la insurrección de los mineros asturianos en la primavera de 1962.

La rebelión comenzó con la sanción a siete mineros del pozo Nicolasa (Mieres), derivó en una huelga silenciosa que se extendió a todas las cuencas y acabó con la proclamación del estado de excepción al propagarse por varias provincias.

Si se compara con las protestas por los recortes y contra la crisis actuales, las huelgas de hace medio siglo tienen escasas semejanzas en la forma y en el fondo. Incluso con las de los propios mineros, que en las últimas fechas incendian barricadas, cortan carreteras y llevan su enfado a Madrid.

Aquella rebelión se libraba en los tajos mineros, en la invisibilidad y el silencio de la dictadura –aunque las mujeres salieron a la calle, y alguna fue rapada en represalia–, mientras las protestas en democracia tienen visibilidad y repercusión informativa.

Por eso el libro de Martínez Reverte lleva el simbólico título de "La furia y el silencio".

La rebelión minera fue portada en los medios de comunicación europeos, pero ocultada en el interior por la censura. Es lo que indujo a un grupo de intelectuales comunistas –el PCE era la única formación política organizada–, a preparar un manifiesto, en demanda de democracia.

Convinieron en que el documento tenía que ser claro, pero plural para que pudiesen respaldarlo intelectuales independientes, y selecto, de sólo 25 firmas, pero muy prestigiosas.

Debía encabezarlo una personalidad incontrovertible, de tanto nivel que su nombre causase impacto en la opinión pública.

Y la encontraron en el venerable presidente de la Real Academia Española de la Lengua, Ramón Menéndez Pidal, quien para su sorpresa, les preguntó "¿es contra el cabrón de Franco?", y tras corregir diversas expresiones del texto, puso su rúbrica.

Los promotores apenas se lo creían. Después de la firma del gran filólogo, conseguir otros apellidos de prestigio resultó menos árduo. Además de los comunistas Sastre, Celaya y Buero Vallejo, firmaron V. Aleixandre y C.J. Cela, futuros premio Nobel. Personalidades como Gil Robles, Bergamín y Aranguren. Falangistas de la primera hora como Laín Entralgo y Ridruejo...

Y Torrente Ballester, prestigioso escritor y crítico, y profesor de Literatura en la Escuela Naval Militar de Madrid.

El documento fue dirigido a Manuel Fraga, como presidente del Instituto de Estudios Políticos, para que lo trasladase al jefe del Estado, en el ejercicio del derecho de petición.

La reacción del régimen ante el escrito de los intelectuales, que tendría un enorme eco mundial, fue contundente.

A Gonzalo Torrente le privaron de sus medios de subsistencia. Fue expulsado de la Escuela Naval Militar de Madrid y borrado de la nómina de "Arriba" y RNE.

Lo que otros intelectuales padecieron desde el levantamiento militar de 1936, al ser señalados como enemigos –los que tuvieron la fortuna de conservar la vida y no ir al exilio–, lo sufre Torrente Ballester tras firmar el documento a favor de los mineros, que lo deja en el paro y con muchas bocas que alimentar.

Tendrá que aguardar dos años para encontrar otro empleo. Aunque había ganado la cátedra de instituto en 1940, al no ejercerla, debe esperar a que se produzca una vacante.

Así se produce su retorno a Galicia, en el verano de 1964, y su entrevista con Manuel Cerezales, director de FARO DE VIGO, en busca de un complemento salarial que le permitiera pagar el piso que había alquilado en Pontevedra.

La vuelta a casa propició la aparición del mejor articulista que llevaba dentro. Torrente se despoja del oficio de crítico literario y teatral para ejercer de intérprete sociológico de la actualidad. Se define "un escritor que ha hecho de la realidad el objeto de su comentario".

El resultado es la publicación, entre 1964 y 1967, de 243 artículos bajo la denominación de "A modo", con "el lenguaje de la sencillez y de la claridad", en los que exhibe una actitud independiente y provocadora. Cesar Antonio Molina dice que son un "ejercicio magistral de periodismo, literatura y conciencia crítica de toda una época".

Torrente permanecerá un trienio en silencio, durante su estancia en EE UU como profesor de la Universidad de Albany (N.Y.), pero al regresar en 1970 aún escribirá otros doce artículos en FARO. El primero de ellos lo publica un día como hoy. Se titula "Otra vez".

El desencadenante de todo el contexto fue la primavera minera de 1962. Un año clave en la lucha por las libertades, ya que es también el del "contubernio de Munich", como se apodó a la reunión de un centenar de personalidades españolas en la ciudad alemana, donde acordaron pedir la democracia para España.