Periódicamente surge alguien dispuesto a recordarnos cómo se deterioró Vigo a lo largo de los últimos años, cómo pudo haber sido y no es, y que no lo es por culpa de unos especuladores avariciosos e ignorantes. Duro, ¿verdad? Pues me parece que va a ser que no, que indudablemente pudo haber ignorantes y especuladores, pero la culpa, de haberla, no sería de unos pocos sino de todos, de la sociedad en general. Me explico.

Empezando por el motivo de este escrito está circulando un vídeo sobre los edificios que se perdieron, y lo han hecho con un método espectacular consistente en, de una foto reciente de la ciudad, ir derribando el edificio actual y apareciendo en su lugar el edificio antiguo con el tamaño adecuado y su posición exacta. Está muy bien realizado y el éxito entre la población ha sido enorme.

El problema se concita si vamos al fondo de la cuestión: ¿Se deben proteger todos los edificios de una ciudad y construir sólo en los solares vacíos, o se pueden sustituir o modificar estos edificios? La respuesta no es fácil, como casi siempre, y habrá opiniones para todos los gustos, pero un poco de orden no vendría mal para tratar de aclarar las cosas. Voy a recurrir a la historia para ver si se pueden extraer algunas orientaciones.

Si un turista visita la Catedral de Sevilla, admirará el mayor templo gótico del mundo, después podrá subir al minarete conocido como La Giralda y a continuación podrá refrescarse un poco en el Patio de los Naranjos, con su arbolado y sus fuentes. Todo perfecto y nada que objetar.

Un día después, este turista se desplaza a Córdoba y quiere visitar igualmente la Catedral, para lo que tiene que entrar por la Mezquita, ¡ah! y sin dudarlo entra en cólera porque la Catedral, de estilo plateresco, se encuentra en medio de la fantástica doble arcada árabe, y son dos formas de construir que no pegan ni con cola: !Qué bárbaros los cristianos cordobeses! Calma y recapitulemos: en Córdoba, efectivamente conviven dos arquitecturas extrañas, posiblemente porque la Mezquita era tan grande y las necesidades de la Catedral eran mucho menores, que no se tiró toda la Mezquita bien porque tuvieran una sensibilidad especial para valorar la calidad de la obra árabe, o bien no tenían el dinero suficiente para tirarla entera (como por cierto pasó en Lugo, que no tiraron las murallas porque no les alcanzaba el presupuesto, pero intenciones sí que tuvieron y no hace tanto); los cristianos cordobeses ocuparon el sitio que necesitaban y dejaron el resto para la admiración de la obra árabe en sí, ya que evidentemente no iba a tener uso al no haber posibilidad de culto.

Pero la acción de ubicarse en el mismo sitio y para la misma función, no fue una ocurrencia cristiana, ya que los árabes compraron la Catedral visigoda de San Vicente para ampliar su mezquita, que la habían colocado al lado, y la derribaron claro, y aún más, los visigodos habían ocupado el lugar de un templo romano, de lo que se deduce que la ocupación de los lugares simbólicos del poder, sea civil o religioso, es una constante histórica. Pero de todos los más respetuosos resultaron los cordobeses , porque los sevillanos derribaron íntegramente la mezquita de la que sólo quedó el Patio de los Naranjos y el minarete, que por cierto fue reformada en pleno renacimiento por Hernán Ruiz y a partir de entonces se pasó a llamar La Giralda. ¿Y por qué en Sevilla nadie protesta por haber derribado la mezquita? Pues simplemente porque ojos que no ven, corazón que no padece.

Entonces, lo que debe estar mal, volviendo a Córdoba, debe ser el mezclar estilos tan diferentes como el califal y el plateresco, ¿no? Pues tampoco eso es rigurosamente cierto. Desde luego no se lo pareció a Fernando de Casas Novoa cuando se atrevió a colocar una enorme fachada barroca delante justo del románico Pórtico de la Gloria aquí al lado, en Santiago, y creo que nadie protestó, porque nadie discute la belleza y la armonía de la fachada barroca aunque sea de un templo básicamente románico.

Ahora bien, si tenemos ejemplos magníficos de sustituciones y de intervenciones parciales en edificios antiguos, ¿cuál debe ser el criterio a seguir para que la cosa funcione correctamente? Lamentablemente no lo hay, o sí lo hay pero se basa en un criterio absolutamente indeterminado, como es el de la calidad: si las intervenciones, como las de Hernán Ruiz o la de Fernando de Casas, son buenas, nadie se queja ni protesta, sobre todo si cuenta con la ayuda del paso del tiempo. Pero si es una intervención realizada sin rigor y sin calidad, por más que pase el tiempo, aquello no acaba de cuajar.

La ciudad es un ente vivo, que se renueva constantemente y que está llena de errores y aciertos y que refleja el carácter de la sociedad que la habita y la hace posible No sólo eso, refleja la historia de las sucesivas sociedades que la han ido habitando (por eso es tan importante volver a revisar la historia como fuente de conocimiento) con sus preocupaciones y su nivel de entendimiento de las cosas que en cada momento se tenía. Hoy consideramos, por ejemplo, al tranvía, como uno de los transporte públicos más limpios, eficaces y deseables para una ciudad, pero cuando el alcalde Portanet los retiró de la circulación, la mayor parte de la sociedad viguesa estaba encantada porque por fin iban a llegar los autobuses que hacían menos ruido, aunque echasen humo.

Los que ya tengan una edad se acordarán de un anuncio que nos ponían en los cines y que más o menos decía: "Se quedará solo y sin clientes si no renueva su negocio con la Unión Cristalera" y las imágenes que aparecían eran de comercios con grandes escaparates, que dejaban entrar la luz, por lo que nadie dudaba en eliminar los opacos machones de los edificios del centro de la ciudad, aunque hubiese que realizar unos enormes apeos, y colocar unas marquesinas espectaculares; y esto no era el resultado de una especulación salvaje, era la sociedad que lo demandaba, ya que todos pensábamos así, aunque hoy estemos convencidos que estábamos equivocados, porque afortunadamente evolucionamos y cambiamos de parecer, porque somos más sabios que hace veinte o treinta años, o al menos así lo creemos.

Lo que hoy nos parece evidente, que es imprescindible la protección del patrimonio arquitectónico, es algo relativamente reciente: en España, a nivel popular, se empezó a tomar conciencia del problema cuando derribaron el edificio que daba entrada al Metro en la Red de San Luis, en Madrid, obra de Antonio Palacios, y eso fue en 72. Y en Galicia el último gran debate se produjo en el 75 cuando derribaron el edificio Castromil en pleno centro de Santiago, obra de Rafael González Villar, y a pesar de una fuerte campaña en contra promovida por el Colegio de Arquitectos. En la historia de una ciudad 40 años no es nada y sin embargo las posiciones de la ciudadanía son radicalmente diferentes. Hoy hay quien discute que el patrimonio arquitectónico es el único valioso, despreciando el industrial, y el caso de la Panificadora es paradigmático de esta situación; nos creemos que lo sabemos todo y no nos damos cuenta que estamos en una constante evolución, que lo que hoy es válido, mañana quizás no lo sea tanto.

Así que pongamos las cosas en su correcto lugar, sobre todo en el tiempo, ya que si no podemos cometer graves errores; de cualquier forma esto no puede servir para justificar algunos desmanes ni apoyar otras posturas que no favorezcan la protección, pero sí se pueden matizar algunas culpas.

Todos los sucesivos lamentos sobre el Vigo que es y el que pudo haber sido empiezan invariablemente por el edificio Rubira (se le conoce así por la farmacia que había en la esquina de Colón pero en realidad debía ser el edificio Conde) sustituido por el del Banco de Bilbao (hoy BBVA). La historia de este edificio viene a ratificar mi anterior argumento de que las cosas realizadas sin interés no obtienen buenos resultados, y es que hubo un primer proyecto que se rechazó en el Ayuntamiento (con el mismo esquema que el del Hotel Bahía, con un cuerpo bajo ocupando la totalidad del solar y un cuerpo superior más esbelto) y al arquitecto de Bilbao Hurtado de Saracho, le pareció mal que en un pueblo de la provincia de Pontevedra le dijeran a él que no, así que el segundo proyecto fue realizado como un mero trámite y el resultado a la vista está.

Menos valor tenía el edificio de la Banca Jáudenes, justo enfrente del anterior, sustituido por el del Banco Santander y realizado por otro arquitecto bilbaíno, Luís Mª de Gana. La verdad es que ninguno de los dos dejó una buena impronta; como tampoco acertaron los hermanos Blein al proyectar la 1ª parte de la Caja de Ahorros de Vigo, la que da a García Barbón. Así que el cruce más importante de la ciudad lo conforman tres edificios mediocres realizados por arquitectos de fuera, mientras el cuarto es espléndido, el del Banco Pastor, y realizado por el arquitecto vigués Manuel Gómez Román. Pero es pura casualidad, que nadie piense que con esto afirmo que los arquitectos de aquí ..., que no va por ahí, que va por el interés que ponen unos y otros y por su resultado.

Llegado a este punto, ¿en qué momento estamos? ¿Respetamos, no respetamos? Si en los años 60 y 70 no se respetaba casi nada, hemos pasado ahora al otro extremo del péndulo, a respetar absolutamente todo, no vaya a ser que se nos cuele algo que después se nos eche en cara. Creo que tampoco es esta postura la más lógica, no vale exclusivamente el criterio de la edad como valor suficiente.

Hace pocos años se planteó la posibilidad de construir viviendas en el solar que ocupaba el Colegio Cluny en la Gran Vía, y hubo quien clamó contra su derribo, exigiendo que se respetara y se edificara hacia Hernán Cortés. ¿De verdad alguien medianamente sensato prefiere eliminar la magnífica arboleda del patio del colegio (hay que recordar las decenas de años que supone conseguir algo parecido y en pleno centro de la ciudad) en vez de derribar un edificio anodino y sin ningún interés arquitectónico? No estamos hablando aquí del cambio de uso, estrictamente de valores arquitectónicos, así que seamos razonables y valoremos cada cosa en su justa medida, sin apasionamientos extraños.

La verdad es que podría seguir poniendo ejemplos pero por acabar, un caso diferente ya que en el vídeo se ve el cambio del edificio del actual R.C. Náutico y el anterior, mucho más adornado y pretencioso. A mí no me cabe la menor duda de que en este caso la ciudad de Vigo salió ganando de largo, pues no todo lo muy adornado, aunque de primera impresión llame la atención, tiene por qué tener un valor indiscutible, en absoluto. Esta sería una discusión muy académica y ya hace muchos años está resuelta.

El eterno lamento. O los eternos lamentos, como el siempre añorado Plan Palacios, como si la aplicación de éste hubiera supuesto el arreglo de todos nuestros males, cuando la realidad es que casi nadie lo conoce, porque si fuera así, seguro que no tendría ese aura mítica. Es curioso pero en Londres ocurre exactamente igual con el Plan de Christopher Wren realizado después del incendio de 1666, y también era un pésimo plan que hubiese desfigurado por completo la capital británica, pero se le sigue invocando como la solución que nunca llegó.

Este eterno lamento del Vigo que es y pudo haber sido no puede dejar traslucir que Vigo, ahora, ya es una ciudad fallida, que no tiene arreglo; de ninguna manera, esto ni es cierto, ni puede llegar a ser una corriente de pensamiento. Afortunadamente no se tiraron tantos edificios de finales del XIX y principios del XX, los que forman el conjunto del ensanche vigués, la mayor parte siguen ahí para nuestro disfrute y orgullo y, a pesar de los errores cometidos, Vigo es una ciudad muy hermosa, con un nivel edificatorio que muy pocas ciudades en España pueden comparársele (ciudades de tamaño equivalente, claro). San Sebastián sí que tiene un muy buen nivel, pero no se me ocurren más que se le puedan comparar. Así de rotundo lo digo. El problema es que no valoramos suficientemente lo que tenemos, siempre arrastramos un complejo de inferioridad absurdo.

Hace ya muchos años oí decir que Vigo era un vagón de 1ª con público de 3ª. Yo no sería tan radical. Prefiero quedarme con la primera parte, con lo del vagón de 1ª clase, lo que nos exige estar a ese nivel a sus ciudadanos.

En el año 1982, un ya consagrado Siza Vieira, nos decía a un grupo de arquitectos de aquí, que Vigo poseía una potencia paisajística tan grande, que los pequeños errores eran incapaces de restar validez al conjunto. Tenemos una gran ciudad, no lo duden; aprendamos de una vez a amarla y a valorarla, porque sólo así podremos disfrutarla plenamente y porque, a pesar de todo, como decía aquel enamorado, no somos perfectos.

* Arquitecto