La aparición de Internet y de las redes sociales como Twitter o Facebook tiene confundidos a los medios tradicionales y en especial a la prensa escrita, que se ve obligada a reflexionar sobre nuevas estrategias y modelos de mercado.

Resulta sintomático que un alto responsable de un importante grupo de comunicación de este país haya sorprendido a la profesión al dar por muertos vivientes a los periódicos y explicar que no le aportan nada cada mañana pues todo lo que llevan él ya lo sabe antes de salir de casa.

Si la radio se ha sabido adaptar y nadie cierra emisoras por la competencia de un medio más moderno como es la televisión o por culpa de las páginas especializadas de internet, ¿por qué no habría de hacerlo también la prensa escrita ante el desafío que sin duda presentan las nuevas tecnologías?

La gente demanda información en tiempo real, se argumenta de modo general, y esto puede ser cierto y es la razón tal vez por la que si conocemos una noticia ya por la radio, el medio más inmediato de los tradicionales, su publicación horas después tal cual en la prensa escrita ya deja de interesarnos.

Pero es tal la avalancha de informaciones que nos llegan de todas partes que corremos el riesgo de hundirnos en ella sin remedio si alguien no nos echa una mano para orientarnos. Y ése es el papel que puede y debe cumplir precisamente la prensa, ya la lea uno en casa o en el café manchándose las manos con la tinta del papel o, más limpiamente, en una moderna tableta.

Se ha hablado mucho últimamente del papel de Facebook y Twitter en la difusión al mundo entero de lo que ocurre en Siria o lo que sucedió antes en otras dictaduras del mundo árabe, como la egipcia o la tunecina, y nadie puede discutir sus ventajas en ese tipo de circunstancias excepcionales.

Pero la excepción no puede convertirse en la norma e incluso en casos como la llamada primavera árabe, era necesario que periodistas, especializados a ser posible en la región, filtrasen las informaciones enviadas por los ciudadanos y tratasen de comprobar al menos su veracidad. El llamado "periodista ciudadano", que tan barato les sale a los medios, puede resultar muy útil en determinadas circunstancias, pero tiene también sus límites.

Si uno se fija en los diarios o semanarios más exitosos fuera de nuestras fronteras, veremos que, cada uno a su manera, todos ellos se distinguen por el rigor, la profundidad y el análisis, todo lo cual está reñido con la inmediatez que se reclama desde muchas partes. Me refiero a cabeceras como el Neue Zürcher Zeitung, de Suiza, "Die Zeit" o el "Frankfurter Allgemeine Zeitung", de Alemania, o los británicos Financial Times o The Economist por hablar sólo de los europeos.

Cada una de sus secciones están a cargo de especialistas en la materia, capaces de establecer el valor de las informaciones que llegan a la redacción, de jerarquizarlas , contextualizarlas y profundizar en ellas mediante un cuidadoso trabajo de documentación, todo lo cual exige, es cierto, invertir en tiempo y dinero.

Esto es por supuesto lo contrario de lo que hacen los diarios que se distribuyen gratuitamente en muchas ciudades y que publican informaciones tan breves como tuits y cuya rápida lectura es muchas veces sólo una forma de hacer más corto el viaje en metro o autobús.

El periódico tiene que lograr que sus lectores se fíen de la veracidad de sus contenidos y establecer así con ellos una relación de confianza, algo que está intentando por ejemplo otro gran periódico europeo, el británico "The Guardian".

Ese diario hizo una pregunta directa a sus lectores: "Tu periódico tiene necesidad de ti, pero ¿tienes tú a necesidad de tu periódico?"Y, al decir de sus responsables, las respuestas obtenidas han sido muy alentadoras. Muchos lectores se han dicho dispuestos a construir una "relación especial" con el diario a cambio de un periodismo que les ofrezca "valor añadido".

Claro que, adaptándose, como otros, a los nuevos tiempos, The Guardian es al mismo tiempo un pionero en materia de digitalización del contenido y considera prioritaria la edición digital con respecto a la tradicional.

Mas puede ocurrir que se produzcan conflictos de interés entre las ediciones en línea e impresa de una misma publicación, como al parecer ha sucedido en el semanario alemán Der Spiegel, ya que los responsables de esta última se quejan de la competencia que les hacen sus colegas que trabajan en internet.

La edición en línea, que es gratuita, se aproxima demasiado últimamente a la de papel ya que lleva cada vez más artículos donde se tratan los temas en profundidad en lugar de limitarse a dar simples noticias, a lo cual se culpa de la caída de ventas de la edición tradicional y lo que hace que algunos dentro del grupo editor se planteen la conveniencia de comenzar a cobrar a los usuarios de la primera.