Si a gente como Urdangarín, que está en la cúspide social, no le dejan evadir o sisar al pueblo como ha sido tradición entre quienes más tienen, y al pueblo, que está en la base, no le dejan salir del pasmo económico cultivando marihuana medicinal como a ese catalán de Rasquera, ya no sé lo que nos queda. Lo de Urdangarín se veía venir y él mismo debiera de haber supuesto que su riesgo no era tanto la Justicia como el fabuloso bocado que un caso como el suyo, de regias vinculaciones, podría proporcionar a las cajas registradoras de los diversos programas de la telerrealidad y a la nueva narrativa fantasiosa que los alimenta. El juez no ha dicho aún si el yerno real es una buena pieza pero es ya una pieza a batir para toda esa jauría salvaje de posperiodistas que lo persiguen y acosan para destriparlo como en una cacería, de modo que llegue al juicio hecho jirones. Pocas oportunidades se presentan como la de un adjunto a la monarquía cogido in fraganti" y nada más peligroso para esa institución que ser pasto de comentarios en programas populistas cuyos tertulianos, dispuestos a desollar la pieza antes de abatirla, se componen de narcoperiodistas, actrices porno recicladas, reinonas y caza-recompensas salidos de los escalones morales más bajos de la plebe.

Mala asesoría debe tener un adjunto a la Casa Real que no sepa que, si goza de privilegios por su casorio, abusar de ellos puede convertirle en privilegiado objeto de recreación de ese nuevo nanoperiodismo en el que buscavidas, chismosos y correveidiles se mezclan con periodistas acuciados por sus patronos para espectacularizar lo cotidiano, exhibir emociones, recrearse en el dolor y airear las miserias que menester sean. El teatro es un género proscrito para la televisión actual, pero se contrarresta este vacío llenando los platós de tragedia, drama, comedia, farsa, vodevil o sainete, entrando en el auto sacramental cuando de la iglesia se trata. Desde que la desregularización asentó la realidad económica como factor dominante en el ámbito televisivo, antes considerado desde una óptica cultural, una competencia brutal diluyó toda idea de servicio público e impuso la ley del mercado: todas las herramientas son legítimas con tal de maximizar los beneficios y tener las más altas cuotas de audiencia.

Los enviados especiales, por ejemplo, ya no son aquellos periodistas que informaban en destinos lejanos sobre una realidad acuciante sino que son, si acaso, unos pringomandados a los que envían a entregar una carta en mano a Urdangarín a ver qué pasa porque la realidad ya no solo se constata sino que se inventa, recrea o provoca. La huida de Lady Di de los paparazzi que la perseguían, que desembocó en su muerte, permitió unas fantásticas fotografías del coche siniestrado. Podríamos refugiarnos de tanto sensacionalismo y frivolidad en la lectura de libros o periódicos pero ¿quién lee? Leer es para la mente lo que el ejercicio físico para el cuerpo pero, si el protagonismo de la sociedad audiovisual convirtió a muchos lectores en voyeurs televisivos, reduciendo el entrenamiento del músculo cerebral, la aparición de las redes sociales con Internet aceleró la emigración desde las letras a esas aguas digitales en la que se lee, pero como un saltimbanqui, como un picaflor, estando en todo y no estando en nada.

Los de Rasquera, y vuelvo al comienzo, ni pueden evadir impuestos o cobrar subvenciones como se le supone a Urdangarín, ni les preocupa la cocina televisiva. A los de Rasquera les basta con que les dejen para salir del paro plantar en sus tierras jardines de la risa, o sea plantaciones de marihuana para uso legal. ¿Porqué están empeñados los gobiernos en que no nos riamos? En Galicia está legalizada hace años el Ave María (esto es, la Asociación Viguesa de Estudios de la María), colectivo de personas usuarias de cannabis que ya hace un año pensaban elevar una instancia al galaico presidente Feijóo para que, ante la crisis, añadiera a la producción eólica la del cáñamo, planta que vale para todo, y sembrara a los pies de los molinos mucha "yerbagüena". Ya tenían el eslógan: "Ven a Galicia, país de cañamones". Peor es el paro o atracar un banco que buscarse la vida plantando maría, semilla de la risa. Esta destreza en jardinería que reivindica Rasquera podría ser el único hallazgo contra el desempleo de la era Rajoy y promoverla no sería más que hacer honor al nombre de su Gobierno: mariano.