Acabó el espectáculo, por invitación de la soprano, con el público haciendo los coros del Brindis de La Traviata. Jueves, 16 de febrero de 2012, en el Conservatorio Superior de Música de Vigo. Tocaba el piano Rasa Jacutyte y la soprano, Begoña Salgueiro, propuso a la audiencia acabar cantando con ella la última de las canciones, arias y romanzas de amor que ese día interpretó jubilosa, vibrante y brillante. "¡Alegrémonos! El vino y los cantos/ y las risas embellecen la noche;/ y que el nuevo día/ nos devolverá al paraíso", debían recitar los presentes a modo de coro aunque muchos no pudieran más que tararearlo. Tras esa actuación estaba la apuesta de una joven gallega, con una espléndida formación operística al abrigo de artistas como Montserrat Caballé o directores de escena como Giancarlo del Mónaco, por revitalizar la atonía de la alta cultura musical local. Nunca tuvimos una juventud más formada en los diversos ámbitos del saber, desde la ciencia al arte, y nunca tuvo tan pocas oportunidades para demostrarlo o nunca fueron tan vampirizados y precarizados aquellos que lo consiguieron, sobre todo tras declararse la última plaga y aparecer un nuevo jinete del Apocalipsis cabalgando sobre un caballo demoníaco llamado "Crisis".

En Israel, a donde se trasladó por su cuenta y riesgo, la joven periodista coruñesa Iara Mantiñán está documentando el conflicto palestino-israelí con reportajes briosos y llenos de vida que nunca cabrían en el actual periodismo de papel pero sí en revistas digitales como Frontera D, del vigués Alfonso Armada. Iara pertenece a esa camada de periodistas que no hallaron trabajo en su país pero, ante el riesgo de parálisis o esa forma de menosprecio que es la precariedad laboral, se buscaron la vida como free-lance fuera. Jóvenes que apuestan por el periodismo de raza y no domesticado que en su caso la llevó a Sudáfrica, experiencia con la que consiguió a sus 25 años escribir un libro que tuve el placer de presentarle, "Cape coloured", y a pelear ahora por una editorial que le publique su experiencia entre Kibutzs (donde trabaja ocho horas al día para pagarse la estancia) y campos de refugiados palestinos. Como ella hay otros ejemplos admirables que me cuenta Armada, director del Máster de Formación de "ABC" y antes brillante corresponsal de "El País" por senderos de guerra y desolación, preocupado desde Madrid porque el periodismo recupere la luminosidad perdida. Ejemplos en España como el del fotoperiodista sevillano Sergio Caro. O el del fotógrafo Guillermo Cervera. O el del fotógrafo que acaba de recibir el World Press Photo, Samuel Aranda, que colabora con el "New York Times". O el reportero Alberto Arce, que la semana que viene publica en Libros del K.O. "Misrata Calling", y que ha trabajado hasta hace nada en la web guatemalteca plazapublica, donde ha hecho una serie sobre el hambre en el país centroamericano (que FronteraD ha republicado íntegra: seis reportajes), o el reportero vasco Ander Izagirre, freelance, que en FronteraD publicó su historia sobre mineritos bolivianos, luego multipremiada.

Desvestirse con arte. En Vigo está Cecilia Vázquez. Esta joven será la única española que competirá en marzo por el Milán Burlesque Award. El burlesque "es el arte de desvestirse sin llegar a mostrar nada". No es un striptease al uso ni soez. No es la música y canción culta de Begoña Salgueiro ni el periodismo de Iara Mantiñán sino una propuesta actoral de una joven que finalizó sus estudios de interpretación en la Escola de Arte Dramática (ESAD) de Galicia. Tras esto, marchó a Estados Unidos a investigar sobre burlesque para orientar su carrera ante la total falta de documentación y referentes en su país.

La famosa crisis. La periodista Iara Mantiñán pelea como free-lance, lanzándose a la aventura sin medios, entre esos últimos mohicanos de una profesión que en su momento llegó a ser importante y bella. La soprano Begoña Salgueiro ha montado la Asociación Ópera Magenta, buscando nuevos formatos con los que hacer frente a los brutales recortes de contratación que sufre el arte más culto, Cecilia Vázquez lucha en solitario por dar salida a lo que aprendió en la escuela de arte dramático ante un sector escénico minorizado por la actual coyuntura económica y socia. Nunca hemos desaprovechado tanto capital joven al que no se le da salida, ni vampirizado tan "malamente" al que se la damos.